11 enero 2015

Grison y Tuli en la sala Galileo Galilei

9 de enero de 2015

Como vuelta a los escenarios tras un parón medio obligado por los proyectos individuales y por una lesión inesperada, llenar la sala Galileo Galilei es una buena muestra del auge que está empezando a tener esta pareja. Un par peculiar, original. Que unas veces la tienen grande y otras pequeña. Donde la vergüenza se esconde detrás del desparpajo. Risas y aplausos que podrían haber rellenado el vacío de las campanadas en Canal Sur, sin que nadie las hubiera echado de menos.

El espectáculo tuvo que empezar más tarde de lo esperado para dar tiempo a que los asistentes buscaran su sitio en las esquinas del garito, usando escaleras como sillas improvisadas y los abrigos como respaldo. En este sentido, la gestión de la sala fue, a mi entender, bastante mala. No entiendo cómo se prefiere tener escaleras y salidas de emergencia taponadas con sillas en lugar de abrir la segunda planta de la sala, donde sólo se distinguía una mesa ocupada y, que según el personal del local, estaba reservada exclusivamente a músicos e invitados. Entiendo que en general existan tratos especiales. Yo no los quiero. Pero cuando antepones este ¿clasismo? en concepto a la seguridad, se merece, al menos, una mención en un blog de chichinabo.

Y pasemos a lo importante. A describir casi una hora y media de diversión, buen rollo y una actuación en la que el humor y la música, todo teatralizado y simplificado a dos tipos y un aparatejo, hicieron las delicias del público. Público donde se observaron hormigas (más preocupadas de recoger frutos para el invierno) y estrellas guaperas del rock (hasta hace poco pensaba que eran conceptos incompatibles).

Beatbox mezclado con música en directo y actuaciones perfectamente conjuntadas. Compenetradas. Asimiladas. No sé, un montón de –adas. Grison con sonidos y ritmos que ya se están empezando a convertir en habituales, sobre todo desde que se comió mis canapés. Campeón de España de Beatbox y del mundo de Loopstation. Ahí queda eso. Tuli dando una lección de sintonía con el público y dar vida a esos sonidos. No sé si será campeón de algo, pero qué importa. Este actor, músico, maestro de ceremonias y otro sinfín de habilidades sigue siendo cojonudo. Básicamente, dos artistas con un sentido del ritmo, del humor y del espectáculo especial.


Números ya conocidos como el dela batería, donde sonidos, humor y gesticulación se mezclan al unísono casi a ritmo de metrónomo. Incluso a ciegas. Otros donde se muestra que ambos son igualmente importantes, y que tanto Grison como Tuli tienen una implicación y una destreza en lo suyo que se complementa y fabrica momentos geniales. Pájaros, elefantes, delfines, perros. Un zoo ambulante sacado de un sombrero. Al son de improvisaciones. Y una banda, los Rolling Charlestones, para darle un toque final tremendo, haciéndose el escenario pequeño y ellos cada vez más grandes.



Ya sólo faltaba el sketch final. El momento álgido. La cúspide. Aquel instante en el que los corazones se encogen y claman al cielo por la victoria, la explosión contenida de emociones y el momento perfecto para usarlo como excusa para el contacto físico. Pero no era tan fácil. Tuli, Tuli Vidal anteriormente, frente al redoble de Grison, tenía por delante el más difícil todavía.

Y lo consiguió. 

Lo consiguieron.