17 noviembre 2013

Ara Malikian y Fernando Egozcue en Clamores

12 de Noviembre de 2013

Empujado por un mono convertido en orangután y que me estaba empezando a provocar chepa al andar, indagué en la red para ver qué ofrecía Madrid, además de calles llenas de bolsas de basura. Y volví a los orígenes; a una sala Clamores que fue partícipe de mis inicios como asiduo en la escena musical madrileña y cuyo nombre se ha repetido varias veces en este blog. Siempre deleitando con bolos de alta calidad. En este caso, un violinista libanés, de origen armenio, y un guitarrista argentino afincado en Embajadores unen fuerzas para un espectáculo inesperado. Y bueno. Muy bueno. 

Ara Malikian y Fernando Egozcue forman, tanto a priori como a posteriori, una pareja peculiar. Una mezcla cultural que se confunde en el jazz que transmiten. Con tonos que saben a tango y notas que huelen a fuerza del Mediterráneo lejano. Sus temas demuestran que fue un acierto para todos nosotros que sus carreras, por deseo del destino, se cruzaran. Tanto como músicos como cómicos con instrumentos de cuerda. 

Y es que el concierto fue más allá de las virguerías de estos tremendos artistas, acompañados de un séquito no menos loable (pianista, contrabajista y batería). Monólogos en castellano perfecto donde, en clave de humor inteligente, se fue desgranando la intrahistoria de estos personajes que abarrotaron la sala Clamores, como viene siendo habitual, y que tras unos pequeños problemas iniciales con el sonido del violín, rápidamente cogieron ritmo y engatusaron a un público entregado a la causa. 



Creo, Viejos Aires, Manu, Cupa y muchos otros, entre ellos improvisaciones esperadas e inesperadas (durante un cambio de cuerda de guitarra) que llenaron la sala de un clamor popular hacia cada uno de los miembros de la banda, en especial hacia Ara, Fernando y sus respectivos instrumentos, que sirvieron de medio para transmitir alegría, buen rollo e incluso melancolía por los colchones viscolásticos de marca blanca, ausentes por decisión técnica. 
 
Un jazz cercano, fuera del estilo elitista y clasista, que mezcla diferentes vertientes de este género musical y que sirve como ofrenda a una ciudad, a un país, que tiene que evitar perder la sonrisa y el gusto por lo bueno.

Estos señores volverán a pisar en breve la sala Clamores. Y a riesgo de que los chistes y las bromas resulten recurrentes, podría ser una buena oportunidad de ver si lo que disfruté el martes pasado fue un espejismo provocado por las cervezas y los frutos secos o si de verdad son lo que parecen ser: dos buenos tipos detrás de dos instrumentos a los que saben hacerles hablar. 

Probando: un, dos, tres.