17 noviembre 2013

Ara Malikian y Fernando Egozcue en Clamores

12 de Noviembre de 2013

Empujado por un mono convertido en orangután y que me estaba empezando a provocar chepa al andar, indagué en la red para ver qué ofrecía Madrid, además de calles llenas de bolsas de basura. Y volví a los orígenes; a una sala Clamores que fue partícipe de mis inicios como asiduo en la escena musical madrileña y cuyo nombre se ha repetido varias veces en este blog. Siempre deleitando con bolos de alta calidad. En este caso, un violinista libanés, de origen armenio, y un guitarrista argentino afincado en Embajadores unen fuerzas para un espectáculo inesperado. Y bueno. Muy bueno. 

Ara Malikian y Fernando Egozcue forman, tanto a priori como a posteriori, una pareja peculiar. Una mezcla cultural que se confunde en el jazz que transmiten. Con tonos que saben a tango y notas que huelen a fuerza del Mediterráneo lejano. Sus temas demuestran que fue un acierto para todos nosotros que sus carreras, por deseo del destino, se cruzaran. Tanto como músicos como cómicos con instrumentos de cuerda. 

Y es que el concierto fue más allá de las virguerías de estos tremendos artistas, acompañados de un séquito no menos loable (pianista, contrabajista y batería). Monólogos en castellano perfecto donde, en clave de humor inteligente, se fue desgranando la intrahistoria de estos personajes que abarrotaron la sala Clamores, como viene siendo habitual, y que tras unos pequeños problemas iniciales con el sonido del violín, rápidamente cogieron ritmo y engatusaron a un público entregado a la causa. 



Creo, Viejos Aires, Manu, Cupa y muchos otros, entre ellos improvisaciones esperadas e inesperadas (durante un cambio de cuerda de guitarra) que llenaron la sala de un clamor popular hacia cada uno de los miembros de la banda, en especial hacia Ara, Fernando y sus respectivos instrumentos, que sirvieron de medio para transmitir alegría, buen rollo e incluso melancolía por los colchones viscolásticos de marca blanca, ausentes por decisión técnica. 
 
Un jazz cercano, fuera del estilo elitista y clasista, que mezcla diferentes vertientes de este género musical y que sirve como ofrenda a una ciudad, a un país, que tiene que evitar perder la sonrisa y el gusto por lo bueno.

Estos señores volverán a pisar en breve la sala Clamores. Y a riesgo de que los chistes y las bromas resulten recurrentes, podría ser una buena oportunidad de ver si lo que disfruté el martes pasado fue un espejismo provocado por las cervezas y los frutos secos o si de verdad son lo que parecen ser: dos buenos tipos detrás de dos instrumentos a los que saben hacerles hablar. 

Probando: un, dos, tres.


19 septiembre 2013

Festival DCODE en Madrid

14 de septiembre de 2013

En un ambiente presumiblemente alternativo, donde gafas de madera y zapatillas Converse iban a abarrotar los campos de rugby del conocido Cantarranas de la Complutense, dos grupos muy distintos sobresalieron frente al resto. ¿Cuáles? Leeros la crónica, cojones. 

La zona de conciertos del festival es muy buena. Después de haber transformado el terreno en un lugar donde caminar no implica moverte por arenas movedizas, como era costumbre cuando se practicaba cualquier deporte en ese barrizal, la organización ha estado muy avispada en sacar provecho a un recinto diáfano, muy bien ubicado y con un potencial tremendo para este tipo de eventos.  

Se antojaba complicada la noche: varios apetitosos conciertos simultáneos que obligaban a planear con antelación qué grupos serían los agraciados con ser mencionados en este blog y cuáles se tendrían que conformar con  aparecer en los medios tradicionales. Claro estaba el atender, entre otros, a John Grant, y no el futbolista escocés, sino el cantante americano homosexual que habla un castellano bastante decente. 

Tras una escuchada a su disco Pale Green Ghosts, las canciones transmitían esa melancolía endémica de estos cantantes especiales que llaman la atención, pero a diferencia de otros como Micah P. Hinson, se intuía un buen rollo que hacía prever un concierto agradable. Y así fue. Un repaso bastante exhaustivo a su último trabajo donde temas como GMF o Black belt alentaron al público que poco a poco empezaba a llenar el espacio. Con frases de ánimo a sus compañeros rusos y quizá una pequeña falta de carisma sobre el escenario, el colega Grant dejó buen sabor de boca para, al menos, seguirle la pista. 

Era a partir de las 8 cuando empezaba la traca del festival, y grupos intermedios como L.A., tras un breve paso por su bolo y tener la sensación de haberles escuchado unas mil veces, sirvieron de excusa para abrir el momento descanso, donde un palo, una cerveza, un bocadillo y una peluca triunfaron. Sí. Conseguí un palo. 

Love of Lesbian, un clásico en este blog, no está hecho para un festival. Son un grupo que necesita de la complicidad del público. Y eso les honra. Que necesitan interaccionar y deleitarse en las canciones - temazos que tienen. Que necesitan dar coba al personal para entrar en acción. Y para eso, una hora se hace escasa. A pesar de contar con la colaboración de Eva Amaral y tocar varios de sus éxitos, entre ellos Los toros en la Wii (Fantástico), no se les veía cómodos en este formato. 



Mientras los Vampire Weekend y FOALS hacían las delicias, supongo, de la gran parte del festival, en el escenario pequeño, ese que siempre da las mayores sorpresas en los eventos sonoros, venían dos grupazos, uno tras otro. Toundra, ya reconocido como una de las bandas que parten la pana en el panorama musical español por su arriesgada y técnicamente perfecta apuesta por el rock instrumental, y Reptile Youth, que siendo la primera vez que pisaban la capital no Olímpica, devoraron todo a su paso.

Toundra puso los watios y la energía en un festival donde los amantes del guitarreo bien llevado y acompasado parecíamos no tener sitio. Sus temas resonaron hasta incluso superar a los del escenario grande, infestado de vampiros. Zanzíbar, entre otros, permitieron que por un momento las barbas y las melenas salieran a relucir, amén de las guitarras aéreas. 

Por su parte, los daneses de Reptile Youth empezaron su concierto con una intención clara: Let's see how far we can go, una declaración de intenciones que pasó por Black swan born white y Speeddance, donde su cantante, viva imagen sobre el escenario de un grande como Ian Curtis, se lanzó varias veces sobre el público totalmente a favor de obra, y levantó pasiones con temas potentes y melódicos.

Tras un paso por Amaral, sin tiempo para darme una buena o mala impresión (a excepción de unos mofletes exhuberantes que siempre están al acecho), llegaban unos tal Franz Ferdinand. Ya curtidos en más de mil batallas, estos escoceses liderados por un tipo con apellido griego venían ya sabedores de su victoria. De un público entregado y de un escenario magnífico donde lucían sus cuatro manos unidas. 

Así es. No es difícil intuir que Right Action, , Ulysses y Take me out retumbaron como si no hubiera un mañana, especialmente esta última, quizá hinmo de una banda que ha sido agraciada con el merecimiento del público. Canciones pegadizas, bailongas y llenas de decoración, con un sonido genial, que les mantienen en lo alto de las bandas del siglo XXI. 

DCODE. Festival que por ahora mantiene a Madrid en cierto nivel dentro del mundo de la música, después de la desaparición de algunos y la debacle de otros. Necesitados por pensar en sueños bucólicos y pasar buenos ratos, aunque sea por un sólo día y por los buenos momentos, Madrid debe seguir apostando para que 2014 siga siendo año de DCODE. 

21 julio 2013

El Intérprete en el Circo Price

20 de julio de 1984

Esta es la historia de un sábado. De un día especial: un veinte de julio de hace veintinueve años en el que Asier Etxaendía nos muestra su infancia en una habitación, mirando a la pared; mirándose dentro, muy dentro. Para descubrir que ante todo, lo que quiere ser es actor, cantante...intérprete. 

Convertidos todos en asistentes invisibles de un festival que surge de la imaginación de un hijo único de nueve años, el intéreprete sirve de homenaje a todas esas canciones que le ayudaron al niño a llegar a ser lo que está demostrando: un artistazo. Himnos escupidos de tocadiscos, de emisoras de radio y de cassetes en coches familiares que nunca olvidaremos. Saetas de nuestra alma que marcaron nuestra evolución musical, cultural. Y que sin ellas lo que somos hoy no tendría sentido. 

El Intérprete no deja de ser una obra de teatro donde la música, el baile, la diversión, pero sobre todo el argumento, penetran a una espectante audencia que rápido conecta con ese chaval de Bilbao, cuyos padres discuten, pero que se quieren. Y lo hace a través de la música con estilos de lo más variopintos que van desde Carlos Gardel hasta David Bowie pasando por Janis Joplin. Un espectáculo que aúna diversión, sentimiento, momentos de alegría, tristeza, cuñas sociales y emoción. Mucha emoción. Tanta, que las lágrimas pueden salir sin darse cuenta si uno recuerda la versión del Luz de Luna de la gran Chavela Vargas, con un chorro de voz desgarrador, aplastante, potente. Y sentido. Muy sentido. 

Rock, pop, soul, cabaret, folclore, rancheras. Estilos que se funden en la mente de un niño soñador que no quiere cerrarse en los exámenes de matemáticas y de lenguaje. Que tiene muy claro lo que pretende en este mundo. Y que empieza por encerrarse en su habitación de joven raro, quizás un poco autista llega a reconocer. Pero que sus amigos invisibles le recuerdan que si se maquilla, sus ojos verán más lejos de lo que nadie alcanza a vislumbrar.

 

Resulta curioso el cómo, a pesar de las referencias musicales, nunca te olvidas del contexto: un niño en su habitación en medio de un estado de locura mirando contra una pared. Y no por castigo, sino por deseo propio. Quizás la presencia de su padre entre el público invisible, además de la de otros amigos del espectáculo como los Bardem, Maribel Verdú, Penélope Cruz, Neus Asensi, Hugo Silva, Jorge Calvo, Almodóvar, ayudan a que el espectador ajeno a este núcleo de amigos, se sienta de verdad como enmedio de un evento sin comerlo ni beberlo. Como si pasara por allí y se quedara mirando. 

Y al final, como no podía ser de otra manera, el Price se convirtió en una fiesta. En un clímax de baile, cantos y ritmos donde era imposible mantenerse pegado a la silla. Con el tequila corriendo por el graderío, el Tú te me dejas querer alocó al personal, que no titubeó en llevar sus brazos al cielo para seguir los pasos de baile del actor, del cantante. De El Intérprete.  

Tras dos horas de espectáculo, papá Etxeandía llamaba a la puerta de la habitación para decir que ya era hora de descansar la mente y dejar a los amigos invisibles que volvieran a las calles, después de compartir con ellos un secreto, que el código del recreo me impide contaros. 

Lo que sí puedo decir es que no es lo mismo cuando no hay nadie a mi alrededor con el cuello abrigado. Nadie con las manos recién lavadas y el vestido conjuntado con el asiento del Price. Nadie cuya niñez sigue a flor de piel. Nadie con quien rular el tequila. Nadie a quien echar el micro a la boca. Nadie como tú para compartir momentos. Como el de anoche. 

Momentos que te recuerdan lo que ya sabes: que hoy es 20 de julio. Muchas felicidades también al otro , porque tú también contribuiste a mi desarrollo como amante de la música. 

Gracias. 

12 julio 2013

La Pandilla Voladora en La Riviera

10 de julio de 2013

¿Qué pasaría si en una misma habitación juntáramos una musaraña y un ratón común? ¿O si fueran un hurón y un pez espada? Pues no tengo ni idea. Pero El Lichis, Albert Pla, Muchachito Bombo Inferno, Tomasito y el Canijo de Jerez en un mismo escenario era un seguro de diversión y buen rollo. Un cóctel que al agitarlo podría salir cualquier cosa. Una apuesta a favor de la música y de poner una pizca de color (literal) en estos tiempos que corren. 

Estos superhéroes de pacotilla forman La Pandilla Voladora, un proyecto donde las risas y el bailoteo son parte fundamental de su esencia. Un grupo formado para pasarlo bien, vamos. Donde cada uno de los miembros es más personaje de cómic que el otro, con antifraces y todo. 

 

Con una Riviera a tres cuartos de su aforo, la gente sabía lo que le esperaba. Esos clásicos de La Cabra Mecánica (Felicidad, La lista de la compra), de Albert Pla (Joaquín el Necio, El lado más bestia de la vida), de Delinqüentes (La primavera Trompetera, El aire de la calle), Muchachito Bombo Infierno (Azul, Ojalá no te hubiera conocido nunca) y Tomasito (Torrotrón), que despertaron el lado rumbero de algunas, por mucho que lo intenten ocultar. Con la participación de Javier Corona incluso se lanzaron con una versión de Ama, ama, ama...y ensancha el alma de Extremoduro.

Con un sonido un poco mediocre, puede parecer que esta gente se ha reunido para volverse hacer notar al gran público. O simplemente para pasarlo bien y disfrutar de la carretera entre compañeros de psiquiátrico. Pero ya sea por motivos económicos, comerciales o porque les sale de las narices no cabe duda de que se trata de una mezcla curiosa y de una verbena de pueblo que bien valdría su caché. 

No lo parecen, pero debajo de tanto disfraz y tanto excentrismo sobre el escenario esta gente son unos artistas del quince. Unos compositores contemporáneos natos que muestran ese lado de la sociedad callejera y representan un estilo suburbano con mezclas de pop, rock y rumba que pasará a la historia. Héroes rodeados además de músicos impresionantes que acaban de dar la puntilla a una banda genial. 

Un único tema propio, Del deporte también se sale, cerró un bolo de más de dos horas y cuarto donde la gente, entre otras cosas, salía con una sonrisa de oreja a oreja.

Un experimento lleno de alegría, de positivismo y de voces de colores que transformaron a la sala en una fiesta. ¿Que qué fiesta? Pues la que monta esta, por supuesto. Que sin tus bailes, risas, comentarios y pogueos quedaría en nada. En nada. 

07 junio 2013

FestiGabs en La Excalibur


1 de junio de 2013

Una despedida de soltero es un tema serio. Son muchas las historias y aventuras que le pueden pasar por la cabeza al despedido, y en casi todas ellas siendo los amigos el eje central. Y con fiestas como la organizada a Gabs queda patente que un amigo es un tesoro y que te cases o no todo el mundo debería tener derecho a una fiesta de despedida en su vida. 

Los colegas de Gabs organizaron una fiesta basada en dos conceptos muy sencillos pero directos y que este blog soporta desde el crítico de calle hasta el director: música y amistad. También había un pequeño grupo de acoplados, entre los que se puede deducir que me encontraba yo. Y acudí no solo por el concepto. O porque fuera en la mítica Excalibur de Vallecas. O porque me pagaran algunas copas. No (o sí). Sino porque objetivamente el cartel de este festival que conoció su única edición tenía una pinta estupenda. 

La Blue Velvet hizo un homenaje a Fogerty y los suyos en condiciones. Con voces, movimientos sobre el escenario y panderetas típicos de esta banda americana que sencillamente marcó una época. Miembros muy creíbles, más allá del parecido físico, que transmitían ilusión y pasión en lo que hacían. Una banda muy recomendable para escuchar esas canciones que desgraciamente nunca sonarán como solían. Con guiños muy divertidos al protagonista de la noche, dejaron una sensación de boca muy buena y un buen rollo a pie de escenario que duró toda la noche. Sirva Down on the corner como ejemplo.


Como en los mejores festivales, el cartel estaba seleccionado de manera que fuera de menos a más potencia. Era el turno de Dieaway para marcar esa tendencia, y lo consiguieron a base de grunge. Temas de Pearl Jam y Alice in Chains entre otros que resonaron en la Excalibur  a golpe de guitarreo y canturreo y donde Gabi se marcó un tema en el escenario, desde donde pudo lanzar sus flechas de Cupido desde dos metros sobre el suelo.

Para rematar la noche de festival improvisado, y no por ello menos currado, Grapeshot dio a la sala el toque jevi que perdió cuando se convirtió en la actual Mamá Pachanga. Una actuación donde se mezcló el sentimiento a un amigo y la energía brutal de un grupo que promete. Una banda metalera que con temas propios como este Sons of Betrayal dieron fuerza para arremeter con lo que pasara esa noche. 

Una noche llena de amigos y desconocidos con un nexo común: las ganas de que Gabi fuera el protagonista y que la música fuera partícipe de ello. Un ejemplo de despedida alternativa sin grandes florituras ni despelotes donde el buen rollo fue el gran triunfador, con bandas sonoras a la altura. 

Suerte. A todos. 
 

03 junio 2013

SONISPHERE 2013 en el auditorio Miguel Ríos

31 de mayo de 2013

Este festival itinerario de heavy se está convirtiendo año tras año en un referente en España para los hombres y mujeres de camisetas negras, pelos largos y cuerpos que pitan al pasar por los controles de los aeropuertos. Cambiará el formato. El número de días. La ubicación (este año Rivas se está llevando la palma). Pero con carteles tan potentes como el de esta edición la asistencia está asegurada. LLueva, truene y haga un día soleado con viento como el que se nos brindó. 

En un recinto apto para todos los públicos (incluso para los que no tenían entrada) y sin bocadillos para celíacos, la cantidad de lavabos y de barras para la priba estaba más que acorde para las casi 30,000 personas que poblaron esta ciudad metalera por un día. A pesar de la batalla campal que se llevaron a casa mis zapatillas, la organización estuvo bastante bien, a excepción de las zonas de alimentos, donde conseguir hueco para un bocadillo caro y de pan chicloso era peor que estar en primera fila de los Maiden. 

Ghost empezó mi noche festivalera con una puesta en escena graciosa pero que no transmitió nada. Un directo bastante soso para un papa de la oscuridad. Creo que hasta el propio Satanás se hubiera sentido decepcionado con su discípulo. 

Poco más tarde, a horario todavía infantil, los Maiden salieron a escena. Fórmula que funciona y que saben exprimir como nadie. Un escenario sencillamente espectacular y un conciertazo que se ve venir desde que retumban en tus oídos el Doctor, Doctor de UFO. Antesala de un chorro de temazos y de escenografía digno de un musical de los que marcan una época. 

Con algunos problemas iniciales con el sonido del micro de Bruce Dickinson, rápidamente nos pusieron en órbita con 2 minutes to midnight, The Trooper, The number of the Beast, Run to the Hills o Fear of the dark. Junto con las marionetas gigantes que cobraban vida a cada riff de Dave Murray y luces que creaban un ambiente digno de la ocasión, un bis que terminó con Running Free puso punto y seguido (se les vio tan bien que cuesta pensar en un final) a una carrera llena de música. De heavy metal. De pasión. 




Anthrax era de esos grupos a los que todavía no había tenido el placer de presenciar y de los del cartel de este año despertaban en mí, al menos, curiosidad por ver su directo. Y no defraudaron. 

Con homenajes a Dimebag Darrell y al gran Dio, e incluso con algún cover a AC/DC, estos americanos pusieron toda la carne de vacuno en la barbacoa desde el inicio del bolo. Bien extramotivados por la actuación de los Maiden o simplemente porque son así, la banda del señor Ian destrozó el escenario de Rivas a base de rabia y fuerza. Temas como I am the man hacían que Belladona se tuviera que dejar la piel en el escenario para estar a la altura. Y lo consiguió. Escenario menos decorado pero compensado con música. 

Cerraba la noche uno de los considerados Big Four del trash metal, Megadeth. Con el cansancio, el frío y los dos conciertazos previos, la banda de los Daves jugaba en clara desventaja. Sin embargo, estuvo a la altura con un escenario muy visual lleno de vídeos e imágenes y sus habituales riffs y solos como el de Tornado of Souls, que provocó más que un revolcón por el suelo. 

Una noche (otra) de música que empunta los pelos. Que abstrae y permite disfrutar de un ambiente tan sano como perjudicial. Tan sensible como bruto. Tan sobrado como humilde. Tan descarado como respetuoso. 

Un mundo hecho a medida de quien lo busca. Y siempre se acaba encontrando.

22 mayo 2013

Loquillo en las fiestas de Getafe

18 de mayo de 2013


Cada vez son menos las palabras que pueden quedar en el tintero para criticar un concierto de Loquillo. Las sorpresas son reducidas. Las letras cada vez más conocidas. Los coros cada vez más interiorizados. Incluso se sabe que no habrá bis. Pero aun así, la potencia e intensidad de su directo y, sobre todo, su carisma, hacen que cada bolo sea un espectáculo. 

Con motivo de las fiestas de Getafe, y como viene siendo habitual en el mes de mayo, donde no sólo empiezan a florecer los geranios, Loquillo suele pasearse por alguno de los escenarios que dotan a Madrid de una primavera y un verano llenos de actividades musicales. Y al aire libre.

La nave de los locos aterrizaba en el recinto ferial después de su presentación en el Teatro Monumental (reseña aquí) y meses de promoción y conciertos en directo por toda la geografía española. Temas como El mundo necesita hombres objeto o Contento se han convertido ya en tarareos habituales en los seguidores del Loco. 

En un recinto perfectamente acondicionado y con el permiso de la lluvia, el Loco y la banda salieron con puntualidad escandalosa y con ganas. Muchas ganas. Como nunca. Con La nave de los Locos (sin novedad en el paraíso) inició un concierto donde, más allá de resultar repetitivo o cansino, tuvo una fuerza brutal. Con cada uno de los miembros del grupo guiados por un ímpetu genial que lideraban al público hacia conceptos como el rock, la sensibilidad, la amistad, el amor, los bares, el alcohol, lloros, alegrías, mujeres, hombres, coches. Sentimientos humanos que se funden en notas. Que se abrazan y zurran. Que se quieren y odian.




Por supuesto hubo tiempo para los clásicos de siempre. El Ritmo del garage, Rock and Roll Star, Cadillac Solitario y un La Mataré con una intensidad y potencia que estremecía. Con los ya clásicos pasos de claqué, los puños al aire liberando rabia contenida, los dedos señalando al público, haciéndoles partícipes de todo lo que sucede sobre el escenario.

Con homenaje a los bares de Getafe por promover, según palabras textuales, la "amistad y el amor, que es lo que realmente importa", las dos horas pasaron como el que come pipas. Peladas. Con sal y una cerveza para refrescarse. 

Y sí. Yo también me emborracho y lloro cuando tengo depresión. Y qué cojones pasa. ¿Tú no? Pues es para mirártelo. Si es que no sientes nada cuando ves al Loco y a su banda sobre un escenario. Quizá vendiste tu alma al diablo. 

Y es demasiado tarde.

19 mayo 2013

Graveyard en la Sala Arena

16 de mayo de 2013

Desde hacía meses tenía un cajón en casa que latía. Tic, tac. Con una frecuencia que a medida que se acercaba la fecha iba in crescendo. Junto con su intensidad. Un cajón que temía abrir. No sabía qué podría contener. Pero su fuerza era tal que no tuve opción: una entrada de concierto para disfrutar de uno de los grupos con mayor proyección de los últimos años. Un trozo de papel que permitía el acceso a un recinto donde se esperaba unir rabia con desahogo. Y sosiego. Una pizca de sal. Señoras, señores. Graveyard en la sala Arena. Y mi cajón volvió a respirar. 

Desde que Hisingen Blues visitó mi reproductor de música por primera vez, estos suecos han dado con la llave para entrar en mis oídos sin preguntar. Y más allá de ser un poco grosero por no pedir permiso para tal acto, sus baladas, con potencial para convertirse en auténticos himnos, y sus ritmos setenteros de rock en estado puro, han percutido mis tímpanos reiteradas veces hasta convertirme en una auténtica groupie. Música que desata sentimientos incontrolados y cuyos riffs marcan en la piel como heridas de guerra. 

Tras un cambio de sala por la inesperada afluencia de gente al concierto (rápido se corre la voz de grupos que realmente merecen la pena), la sala Arena (o Marco Aldany) acogía el primer concierto de la banda que servía de presentación de su segundo y último disco, Lights Out. Tras su paso por el Azkena el año anterior, sin duda el grupo está empezando a alcanzar el reconocimiento que verdaderamente importa: el de un público entregado que llenó la sala Arena. Un hecho que la banda supo valorar con una actuación potente.


Con An industry of Murder los cuatro miembros de pelo largo saltaron al escenario sin mayor dilación de la que la situación requería, para empalmar con Hisingen Blues sin apenas tiempo para el aplauso inicial. Notas y letras que se perdían entre la frialdad de estos tipos cuyo batería parecía ser el único que tenía intenciones de interaccionar con el público, con permiso de las palabras de agradecimiento del cantante. Pero como reza la carátaula de su primer disco, para apreciar el sonido de esta banda es necesario reproducirlo al máximo volumen de tu minicadena. Y eso fue lo que hicieron. 

Con un volumen de los bajos extraordinariamente alto, la acústica fue una brutalidad. En cuanto a intensidad y matices. Baladas como Slow Motion Countdown o Uncomfortably Numb sonaron acojonantes, con la sensibilidad de quien ama y desama. De quien construye y rompe. De quien acierta y falla. De quien encuentra y sigue buscando. De quien sabe e ignora. Canciones que herraron a todos los presentes.

Una puesta en escena sin lujos, con los típicos focos pasa-desapercibidos, acompañó a Ain't Fit to Live Here y a Hard Times Lovin', antes de dar por acabado el pre-bis con Goliath. Endless night remató un bolo de hora y media escasa y que cumplió todas las expectativas. 

Graveyard tiene visos de convertirse en uno de esos grupos que marcan una época. Tienen fuerza. Tienen ese estilo personal, sucio y transgresor que acompaña al rock clásico. No nos comamos el tarro y demos la barrila intentando encasillarles.

Ojalá sea cierto y Lucifer, oh, please take my hand. Que alguien les guíe, sea quien sea, por el camino que ellos mismos han marcado. Definitivamente, es el correcto. Y en ese caso, les seguiremos.

WOMAD 2013 en Cáceres

10, 11 y 12 de mayo de 2013

Como espejismo de verano, el World Of Music, Arts and Dance (WOMAD) sigue dando a Cáceres lo que una ciudad necesita para sentirse viva. Música. Teatro. Ambiente (del bueno). Cerveza a buen precio. Niños. Olor (el cual ha mejorado con el paso de los años). Adultos. Luz. Color. Vida. Basta un rápido vistazo al programa de este año para darse cuenta de que los famosos recortes también han hecho mella en el festival: no sólo se sigue sin contar con un tercer escenario (se mantienen los de la Plaza Mayor y San Jorge), sino que los talleres matutinos y de primera hora de la tarde se han visto tremendamente afectados por, entiendo, la falta de fondos. 

El encanto de este fin de semana, único en una ciudad única, reside en la mezcla cultural y en la interacción entre los artistas y el público. Esas migas preparadas por los grupos extremeños; esos bailes africanos de tribus cuyos nombres cuesta recordar; esa historia detrás de cada letra o grupo. Y los talleres, tal y como estaban concebidos, eran clave para conseguir esa fusión y acercar hábitos de cualquier parte del mundo al womero que simplemente pasaba por allí. En fin. Pasemos a hablar de lo que hubo. Y dejemos de lamentarnos por lo que podría haber sido.

A diferencia de otros años, la logísitica para ver conciertos en el WOMAD con cierta comodidad era bastante complicada. En primer lugar, por la ingente cantidad de peña que se acercó a Cáceres. Nunca se había visto un viernes de festival tan masificado. En cada esquina. En cada calle. Y por supuesto, en cada plaza. Además, al no haber tercer escenario, los conciertos eran salteados, de manera que la masa de gente se agolpaba hacia la Plaza Mayor o hacia San Jorge en cuanto el bolo terminaba. 

Estas dificultades hicieron que de todos los grupos, sólo se pudiera atender a Hanggai, The Dhol foundation y al Niño Josele. Y de aquella manera. Sin duda, los chinos Hanggai han resultado ser la sorpresa de este WOMAD. Con un estilo folk oriental y toques de punk y ska, el artista rápido conectó con el público congregado. Sus sonrisas, sus vestimentas y sus coros pegadizos y fáciles de repetir (fonéticamente) hacían que verles sobre el escenario transmitiera buenas sensaciones. Sirva como ejemplo su himno Drinking Song, donde juntan todos los ingredientes para convertirse en un hit de las noches etílicas. 

De The Dhol Foundation (TDF) apenas nos llegaron cuatro acordes, un par de ritmos y, cruzando toda la Plaza Mayor, la sensación de que hubieran merecido más nuestra atención. En esta edición XXII del WOMAD, en ausencia de grupos africanos y con el permiso de las batucadas callejeras e improvisadas, se trataba del único grupo basado en percusión. Un estilo que nunca puede faltar en Cáceres y que TDF se encargó de poner en nuestros pies al ritmo de música india.


El toque castizo de folk patrio venía de la mano del Niño Josele. Uno de esos virtuosos de la guitarra española que en auditorios o recintos cerrados e íntimos erizan tus pelos hasta convertirse en púas. Sin embargo, en una Plaza Mayor atestada de gente, en un recinto tan inmenso y con la algarabía de los bares de la periferia era imposible conectar con el artista. Encontrar matices o palabras saliendo de las cuerdas. Llegar a fundirse con su sonido. Su sentimiento. Quizá, y a pesar de su recorrido artístico, la plaza de San Jorge hubiera sido un sitio más adecuado para gozar. Y sin acritud, Creando Mediterranía.

Al día siguiente, con fuerzas mermadas, The Barons of Tang coparon nuestro interés. Estos aussies, con una puesta en escena  sencilla pero divertida, salieron con una dosis de fuerza al escenario que rápidamente se apoderó del público. Ritmos caóticos mezclados con genialidad que hacían complicado el baile y seguir los pasos de los componentes del grupo. Miembros destroza-instrumentos que causaron la confusión en la Plaza de San Jorge. ¿Me gusta? ¿No me gusta? Margaritas deshojadas que no acaban de responder a la respuesta. Pero esto también es WOMAD. Música poco convencional que requiere análisis posterior y una segunda escuchada. Quizás este The Dogs of Rotterdam sirva.

Y como siempre que el WOMAD aparece en este blog, una lanza a favor de lo callejero. Del teatro. La música. La pintura. El espectáculo. La cultura de la calle que hace que Cáceres sea diferente al resto del mundo durante un fin de semana. Una vida especial que provoca risas, por encima de todo. Esa gente dedicada que con sus furgonetas va llevando ilusión a todos, pero especialmente a niños que con su inocencia nos dan una lección que no debemos olvidar. Gracias.

Un fin de semana lleno de matices. Lleno de sentimientos. Lleno de olores, colores. Lleno de alegrías. Lleno de sorpresas. Lleno de amigos. Lleno de diversión. Lleno de familia. 

Un lujo que debe seguir estando ligado a nuestra tierra.

10 febrero 2013

Jon Spencer Blues Explosion en la sala BUT

8 de febrero de 2013

Normalmente cuando un grupo basa sus melodías en el blues poco se puede esperar de novedad. Y ya ni te cuento si encima la palabra viene de serie en el nombre de la banda. Después de tantos años de bolos y discos pasados por mi oreja como sobres por debajo de puertas con dinteles (no doseles) de color azul gavioto, uno no espera que una formación blusera llame la anteción.

La Jon Spencer Blues Explosion aterrizaba en Madrid después de curtirse a lo largo y ancho de este mundo durante más de 20 años. Sin estar en ese paquete de "Lo tengo" de mi ordenador, donde almaceno la música ya digerida, un plan repentino, aislado y, por tanto, más que apetecible, llevó mi culo a la sala BUT (qué manera de hilar ¿eh?).

Con la hora más que ajustada, la entrada a la sala coincidió con los primeros acordes del concierto (no fue posible disfrutar de los Tokyo Sex Destruction, cuya energía hubiera sido seguramente más que merecedora de mi presencia) donde ya se empezó a vislumbrar lo que iba a ser una verdadera explosión. Y no sólo de blues.





Dos guitarras (Jon entre ellos) y un batería estratosférico empezaron a mezclar ritmos de rock, punk, rockabilly, soul y por supuesto blues. Pedaleras más que amortizadas que generaban todo tipo de distorsiones en las seis cuerdas acompañadas de voces igualmente alteradas para un resultado potente. Muy potente.

Con un público inicialmente dubitativo (no sé muy bien la razón), pronto el pogueo se adueño de los asistentes y aquello se convirtió en una fiesta donde Jon halagaba y demostraba su amor por y hacia España. Quizá demasiado vehemente en este punto, aunque probablemente se deba al hecho de no estar acostumbrado a que un rockero se dirija tanto hacia al público. En cualquier caso, la banda consiguió fraternizar a audiencia y músicos en un concierto que apenas llegó a las dos horas (con un descanso de unos 15 minutos) y que entre entrada y cerveza la broma se fue de precio. 

Noche marcada por un nuevo estilo musical. El Blues Explosion. Guitarras, voces, tambores y theremin al servicio de los estilos de siempre. Que suenan enmarañados sin chirriar. 

No te digo nada. Y te lo digo todo.

28 enero 2013

Noche de tambores en la Sala Caracol

26 de enero de 2013

Tambores. Y no precisamente lejanos. Más cerca de lo que uno pudiera pensar. Tanto, que era en la propia sala Caracol, lugar habitual de los conciertos más variopintos y cuya agenda siempre merece la pena ojear. Eso sí, cuidado con la publicidad de la página web, que puede llevar a engaño y siempre lo acaba pagando quien no lo tiene que hacer. Así funciona esto. 

Tras un día donde el Sol (sí, en mayúsculas) radiaba la ciudad de Madrid, Aluche incluido, y Lavapies por defecto, se planteaba una opción que rápido adquirió a un servidor como adepto: noche de batucada, baile y desenfreno. Con unos murcianos arrancando motores y unos carabancheleros terminando de incendiarlos. Sinceramente, podía dar pereza el hecho de pensar en más de tres horas de bombos sin platillos, pero esa sensación rápido se convirtió en complicidad con las bandas. 

Yimawa subió al escenario con los puños en alto clamando el poder de la mujer. Alrededor de la decena de chicas, descalzas, que pusieron en pandereta a todo el garito. Temas rodeados de voces, bailes sensuales y por supuesto percusión. Que hicieron las delicias del público allí reunido que poco a poco iba abarrotando las primeras filas de la sala. Filas que se cedieron a la banda para que el bis tuviera lugar allí, junto al público, al más puro estilo WOMAD. Y que los asistentes agradecieron con bailoteos alrededor. 

Estrela do Sul empezó a poner de manifiesto que el Festival Itinerante de Música Brasileña no sólo iba a dejar al tambor por estrella (aunque lo fuera). Con un par de miembros prestados, la guitarra y el bajo eléctrico aparecieron en escena para darle ese toque rockero a la noche. Unos ritmos frescos y divertidos que dieron un puntito diferente que cayó como agua de mayo.



Con descansos lo suficientemente largos como para hacerse con una bebida (pongámoslo en cursiva, para no ofender demasiado), faltaban por entrar los Zumbalé Batucada. Con una puesta en escena sencilla pero efectiva, esta banda con el tambor como arma arrojadiza se hizo rápido con las riendas de la Caracol. A base de guitarras, de reivindicaciones, de voces y de ritmos que mezclaban el ska, la música brasileira, el rock y sí, hasta el heavy. Porque quizá el batería de Iron Maiden tenga la capacidad de hacer él solo sonar tanta caja a la vez, pero el resultado de esta banda fue genial. 

Pasando de lo más tradicional hasta la mezcla con el hip hop, llegando a versionar a los propios Rage Against the Machine. Así transcurrieron los minutos (u horas, poco consciente fui esta vez de la unidad tiempo) hasta culminar en una fiera descarga de adrenalina que acabó por rematar una noche que empezaba. 

Una suerte que este festival itinerante parara por Madrid un día como el sábado, donde además del Sol, también había nubes que a veces, sin ser consciente, uno mismo pone allí. Sin saber muy bien por qué. Sin explicación alguna. 

Ale. A reproducir a estos grupos y a aporrear la mesa más cercana. 

27 enero 2013

BluePerro en el Café Berlín

24 de Enero de 2013

La capital me volvía a abrir sus puertas de año nuevo. Año que promete ser interesante desde muchos puntos de vista,  y el musical no lo será menos con varios conciertos ya marcados en el calendario. Este de BluePerro, nacido desde el pensamiento habitual de "¿qué hago el jueves?", llevó mi culo al Café Berlín

En una sala recogidita que se convierte en sala de fiesta cuando uno ya no sabe dónde ir a altas horas de la madrugada, los elementos necesarios se iban manifestando. Sonido probado, Barry White de fondo, cervezas y frutos secos sobre la mesa y parejas acarameladas que se iban agolpando como si de la llamada de un minarete se tratara. Con la espera suficiente para que el ambiente cogiera aspecto de concierto, salieron los miembros de la banda. No todos. 

Un órgano Hammond siempre es un seguro de vida. Y si le sumamos un contrabajo, una batería y una guitarra el resultado es un sonido fresco, divertido, alegre. Es BluePerro. Que disfrutan y hacer disfrutar. Cuando no son dejes de Soul son de Gospel. Y cuando no, el funk se hace dueño de las melodías. Y sea cual sea el estilo, la simpatía transmitida desde el escenario ayuda a involucrarse en una actuación donde aún faltaba un puntito. El vocal. Una voz profunda, de esas denominadas negras que terminan por rematar una combinación que merece la pena escuchar. Y si os apetece, seguir en su MySpace.


A pesar de algunos problemas de sonido, la sala presentaba una imagen muy discreta e íntima que favorecía ese ambiente de colegueo tan agradable en conciertos así. ¿Conciertos así? Sí. Así. Así de relajantes a la vez que interesantes y de buenrollismo

Algo más de hora y media (descanso incluido) donde resonaron temas instrumentales como este Riff y corales como este Sandwich o Back on the Truck, con mucha soulera. Poco a poco fueron calentando el ambiente hasta que resultaba casi imposible mantenerse sentado en una silla que parecía cada vez más y más incómoda. Keep on trying continuó la velada, dando un toque meloso al bolo que agradecieron las acarameladas y abundantes parejas allí presentes. Sin embargo, aquello era y debía ser una fiesta. Y así fue. Con un par de WhiteLabels-cola, se tiró de máscaras, disfraces varios y de energía para arder las butacas y empujar a la audencia al pequeño escenario donde, la noche del día 24 de enero del 2013, algo pasó. 

Y sí. Fue bueno.