01 diciembre 2012

Orquesta clásica Santa Cecilia en el Auditorio Nacional

29 de noviembre de 2012

Acostumbrado a sonidos sucios, actuaciones llenas de riffs (menos o más sofisticados), energía desenfrenada a ambos niveles (escenario y público) y tugurios donde un cuenco con pipas y garbanzos secos es considerado como un auténtico lujo, aquí viene el puntito que le faltaba al blog y que hasta ahora no me había sido posible disfrutar. Introduzcámonos en los entresijos de la música clásica. 

Sobra decir que la experiencia en este tipo de conciertos es escasa, por lo que aquí se refleja no es más que un puro cúmulo de sentimientos, perspectivas y observaciones que en ningún caso pueden enfocarse desde un punto de vista técnico. 

Dejando a un lado prejuicios sociales, el Auditorio Nacional y el ambiente que allí se respira es muy emocionante. Una sensación de penetrar en un garito atemporal (guiño) donde el patio de butacas, la decoración y la distribución de las sillas de la orquesta sobre el escenario parecen estar estratégicamente pensadas para abstraerte de lo que hay fuera (y cada vez es más complicado). 

La Orquesta clásica Santa Cecilia dirigida por Héctor Guzmán fue la encargada de representar, junto con la solista pianista Judith Jáuregui, varias piezas del que quizá sea el más reconocido de los compositores españoles del siglo XX, Manuel de Falla. En una Sala Sinfónica del Auditorio con algo menos de tres cuartos de entrada, el escenario radiaba.

   
Una primera parte donde Introducción y Danza de "La Vida Breve" sin voces ni bailoteos de por medio empezaron a hacer vibrar los pelillos de los brazos, y que una segunda tanda con el concierto para piano terminó por crear un bienestar y un ambiente folclórico espectacular. Quizás eché de menos el sonido de una guitarra española, que hubiera puesto la guinda a este festival del sonido clásico nacional (con castañuelas incluidas). Durante la segunda parte se nos deleitó con las Suites 1 y 2 del Sombrero de Tres Picos, con notas tan limpias que parecían salidas directamente del pentagrama en papel, que no en libro electrónico.
 
Lo que mi espíritu no puede aguantar es cohibirse en una silla mientras sobre el escenario se despierta una intensidad tan honda que parece mentira que nadie salte de su silla y se ponga, sencillamente, a gritar. Supongo que pasión y saber estar es la combinación adecuada en estos conciertos altamente protocolarios.

La magia de la música clásica, que da con notas que te hacen ver. Es la magia de quien se sienta a tu lado con un abrigo sobre las piernas. Es la magia del momento. Y de compartirlo. Gracias.

¿Magia? No. Es Fantasía

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