31 mayo 2012

Afrika Bambaataa en U street music hall

27 de mayo de 2012 

Quién me iba a mí a decir que asistiría a un concierto de un DJ. Que fuera en Washigntong DC. Que fuera en el barrio donde se crió Duke Ellington y donde otros muchos (Louis Armstrong, por ejemplo) dejaron conciertos históricos. Y que, además, me gustara. 

La U street es de esas zonas de una ciudad que crean afición. Desde una paradisíaca piscina en la terraza de un edificio abierta para todo el público hasta la comida rápida más sucia del mundo (y por tanto, deliciosa). 

Atraídos por ser la cuna musical de Washington (de la buena música), el U street music hall ofrecía un espectáculo bastante atractivo, con Afrika Bambaataa a la cabeza. Un personaje más que popular en los ambientes hip-hoperos y DJeros, por ser de los pioneros del llamado Electro Funk (aunque más conocido como el Grandfather). 

Y después de un poco de Wikipedia, vamos a lo importante. En primer lugar, Nappy Riddem. Un grupo washingtoniano que con ritmos reggaes y funkies resultaron de lo más divertido. En un ambiente a su favor, la voz profunda del cantante combinaba a la perfección con unos músicos de escándalo. Con unos bajos potentes y un teclista que en ocasiones estaba fuera de sí, el bolo resultó idóneo para lo que se venía encima. 

All Good Funk Alliance (AGFA), con batería electrónica y un Mac, apareció en escena tal como se fue. Sin mencionar palabra. Con voces grabadas y ritmos propios, este par de individuos dejó un sabor agridulce. Y el dulce se debía principalmente al regustillo del grupo anterior. Su disco, lanzado desde el escenario como premio, no merece una escuchada. Mucho ruido y poca música de fondo de este grupo sintético. 



 


Sin hacer mucho ruido, por la puerta de atrás apareció una sombra negra con un Mac y más que unos cuantos collares de oro. Era, al parecer, Afrika Bambaataa. Un tipo silencioso que durante más de hnora y media, sin descanso ninguno, convirtió un garito en una auténtica fiesta. Una de esas de playa. Una de esas que marcan época. Intercalando ritmos propios con mezclas estremecedoras de temas de toda la vida (Billy Jean, Ain't no mountain high enough, All night Long, Fast Car) la que montó el paisano newyorkino fue floja. 

Rodeado continuamente por una panda de seguidores que lo único que hacían era estorbarle detrás suya, el abuelo dio una muestra de cómo debe ser un DJ: discreto, con buen gusto por lo clásico y con ritmos electrónicos que más allá de estropear o hacer insoportable una canción, mantenga su esencia y la eleve a un extremo de épica. 

Pues sí. Quién me lo iba a decir. Pero quién le iba a decir al señor Bambaataa que su nombre aparecería en un blog de un tipo de Coria. 

That's your loss, buddy!

10 mayo 2012

New York Miscelánea

30 de Abril hasta 7 de Mayo

Bien podría ser el nombre de algún grupo alternativillo, popero, de estos de "vivan las vespas y las marcas de ropa cara que no lo parecen". Pero no. Miscelánea hace referencia a una serie de conciertos, todos ellos improvisados, que una ciudad como Nueva York puede ofrecer. Mientras paseas. Mientras observas. Mientras hablas. O mientras rezas. 

Si hace pocas semanas estuve en The Altar Bar, qué mejor que continuar el festival que una iglesia. O una catedral. O una iglesia cuyo tamaño intimidatorio hace las veces de catedral. Tras cruzar un inoportuno cartel de "donativo sugerido", no satisfecho, al fondo se encontraba un grupo de chicos y chicas que estaban practicando las canciones del domingo. Pero no. No penséis en una guitarra sostenida por un cuarentón con gafas y acompañado por un par de monaguillos entonando el Padre Nuestro. Se trataba un estilo americanizado. No gospel, pero se le parecía, si no fuera por la pureza de sus voces melódicas y su piel blanca. 

Lo que en principio no era más que un ensayo, los allí presentes provocaron que el grupo, director incluido, se vinieran arriba y durante más de 20 minutos nos deleitaran con cantos celestiales que hacían que las paredes lloraran. Que el edificio religioso se iluminara y que los santos se estremecieran.  

Sin apenas descansar, una plaza, rodeada de ambiente universitario donde el ramen y el curry llenaban de olores las calles, dos "paletos", armónica y banjo en mano, hiptonizaron a todo bicho viviente que por allí pasaba con melodías folk americanas, al puro estilo Cletus. Vestidos para la ocasión, amenizaron las esperas de los estudiantes para enfrentarse a sus exámenes y de los turistas que, totalmente perdidos, seguían un mapa. 


Un atardecer, con la señora de hierro a un lado y unos viejos lobos de mar intentando cazar algún pescao al otro. Unos bancos, unas flores, unos cuantos memoriales a los caídos en una guerra, y en otra, y en otra...Y al fondo, una boda. Una boda que para animar a sus invitados contrató a unos músicos cubanos que, en la terraza del restaurante, no sólo tocaban para los que iban de gala. Sino para aquellos que circulaban y que, haciéndose los despistados, se paraban a escuchar y a bailar en el aire. 

Llega la noche, y tras conversaciones que siempre estarán ahí, tras charlas que acortaron la espera y tras razonamientos compartidos, un ruso cogió una guitarra española de cinco cuerdas (es decir, una de seis, pero con cinco) y demostró que para tocar piezas clásicas y conociendo las escalas, se pueden hacer auténticas maravillas sin el Re de la cuarta. 

Días rodeados de rascacielos. De fríos choques en las calles con lo que parecían ser personas. De miradas desafiantes en el metro. Que la música, improvisada e imprevista, les devolvió el color. 

¿Os sorprende?