27 junio 2011

Rosendo en La Isla

25 de junio del 2011

La evolución es importante. Siempre me ha sorprendido sobremanera toda esa gente que se ancla en un estilo. Léase: heavy, punk, rock, blues, pop, gótico, psicodélico. Da igual del palo que sea. El cambio es algo intrínseco al ser humano y es imposible que, de una manera u otra, no nos afecte. Pero igual de importante es mantener las señas de identidad. Lo que te hace ser lo que eres. No renunciar nunca a lo que has sido. Y, como dice un señor de Carabanchel, "para cuando se te asome al pelo el gris, más te vale que te sientas bien de ti". Y qué mejor que ser fiel a uno mismo para conseguirlo. En eso, Rosendo es único.

El concierto, al menos en mi entorno, creó gran expectación. De hecho, en internet he notado bastante movimiento y eso me ha alegrado. Primero porque en mucho tiempo Coria ha puesto esfuerzos en algo más que en animales con cuernos. En segundo lugar, por ver que "pagar" no se ha convertido, como norma general, en "no voy".

Con un calor de justicia, me agradó el campo de fútbol de La Isla. Ya pensaba yo en aquel patatal que era lustros atrás, cuando algún domingo que otro iba a ver el fútbol. Mis orificios nasales estaban preparados para tragar polvo y mis ojos para ver entre la nieblina, no ácida, pero igual de perjudicial para la salud. Sin embargo, al ver el césped y lo bien que se estaba sobre él, mi cuerpo respiró tranquilo.

No llegué con suficiente antelación como para ver a Fauna Ibérica, quizás la banda local más conocida en el panorama musical. Me hubiera gustado ver cómo les ha sentado el tiempo, porque hace bastante que no les veo. La gente estaba muy animada, así que entiendo que cumplieron su objetivo. No es fácil ser telonero de Rosendo. Aunque a la vez imagino que debe ser todo un lujo. Suerte gente.

Con extrema puntualidad, Rosendo hizo aparición en escena, dando tiempo entre concierto a concierto a que la gente llenara el buche. Como era de esperar, Rosendo empezó repasando los últimos temas de "A veces cuesta llegar al estribillo". Y sí. Estábamos allí por los clásicos de Leño y del propio Rosendo, pero el concierto también sirvió para descubrir algunos temas más que interesantes de lo nuevo de Rosendo, como Amaina Tempestad o Tú qué...yo qué, que guardan su esencia y demuestran que sigue teniendo cosas que decir.



Entre medias se coló alguno de los clásicos y alguna sorpresa. De que vas fue el clásico y El alma se colma, tema reggae compuesto por su hijo Rodrigo, la sorpresa, y que sirvió para diversificar un poco el estilo del concierto. Muy conveniente. Estas canciones fueron las antecedentes a lo que sería una traca de órdago, una última media hora espectacular donde todo se nos vino encima. Flojos de Pantalón, El Ganador, Pan de Higo, Masculino Singular, Agradecido. Así, todo del tirón. Y El tren, temazo de Leño que volvió a escena y que es tremendo.

Un primer bis con Maneras de vivir y Navegando, y un segundo con Borrachuzo terminó con dos horas de concierto donde los miles de asistentes (millones si contamos los mosquitos que Rosendo tuvo que soportar durante todo el concierto) se volcaron en una ciudad, Coria, donde siempre tendría que haber cabida para espectáculos así.

Y no me quejo sólo de vicio. Otros por menos han muerto. Siempre hay plazas vacantes. Sí, lo habéis adivinado. Son maneras de vivir. Una manera sencilla: si controlas tu viaje serás feliz. Es así de fácil.

No me pises que llevo Chanclas en El Rollo

24 de junio de 2011

Noche de San Juan. Uno puede pensar en muchas formas de pasarla. Saltando una hoguera. O alejándose de ella (joder, qué calor). Tomando una copa. O un zumo (qué asco de resaca siempre). Durmiendo. O saliendo hasta el amanecer (siempre desperdiciando el tiempo). Flirteando con una chica. O con los amigos (calabazas, calabazas...out!). Haciéndote un canuto. O quizá mejor un cigarrito de vapor de agua (hay que ver lo mal que me sientan las drogas).

Da igual. Hagas lo que hagas; opines lo que opines; fumes lo que fumes. No me pises que llevo chanclas es el grupo perfecto para todo eso. Sus letras, todo lo abarcan. Todo lo ironizan. A todos gustan. Y seguramente, todo fuman.

En la maltrecha Plaza del Rollo de Coria, único sitio disponible para, a la vez, dar un concierto gratis y surtir a los bares de la plaza de suficiente clientela como para satisfacer sus necesidades, los chanclas hicieron gala de su humor y su descaro ante el que sea uno de los públicos más difíciles de todos: el que asiste al evento porque es gratis. No porque haya el más mínimo interés.

Aún así, tuvieron los santos huevos de hacer que más de uno saltara al ritmo del Canario, de Mi torero tiene gafas y de Y tú de quién eres. Con una camisa de puntos de colores (lo que vienen a ser lunares) y una banda disfrazada para la ocasión (el vestuario cambiaba según la temática de la canción, al más puro estilo chirigota gaditana), no sé el público, pero ellos se divirtieron a más no poder.


A lo largo del concierto, de alrededor de hora y media, Los chanclas dejaron caer aquello de, palabras textuales: "Sí...si zabemo que habéi venío a escuschá el bolillón, pero zi lo cantamo ahora, sos vais y nos dejai aquí zolos". Así que se hicieron de rogar hasta que al final no pudieron calmar las ansias de la masa (unos pocos cientos de personas) y se lanzaron: El bolillón.

No serán los que mejor tocan. Los que más se curran los ritmos. Ni siquiera los que más cuidan el sonido. Pero es innegable lo que divierten. Lo que animan. Porque al final, cumplieron su objetivo, que lo dejaron bien claro desde el principio. Que, por un rato, nos olvidáramos de todo eso que sale en los telediarios. Porque aquello del Agropop siempre funciona.

De Sevilla Capitaaaaaaaaal. Uno. Dos. Y tres.

24 junio 2011

Dredg en la sala Heineken

23 de junio del 2011

Aún recuerdo la primera vez que escuché a Dredg. Fue allá por el 2005, cuando editaron Catch Without Arms (CWA). Me pilló en una época en la que pensaba que casi todo estaba inventado. Que sería difícil encontrar nuevos grupos que merecieran la pena. Uno de esos periodos en los que caemos en el hastío y en la desidia musical. Siempre escuchando a los Rolling, a Cash, a Zappa o a algún otro mito; maldeciéndonos por no haber vivido su época de gloria y de rock sin control.

Desde el momento en el que pulsé el play del CWA, Dredg me hizo darme cuenta de lo equivocado que estaba. De lo mucho que me quedaba por oír y disfrutar y me trajo de nuevo al mundo de los vivos. A devolver mi interés por la novedad y dar oportunidades a grupos que llegaban a mí en forma de Cd, de link o de oidas. De ahí que aunque el último disco (Chuckles and Mr. Squeezy) no es como para tirar cohetes, fue la excusa perfecta para que pudiera verles en directo de una vez por todas, ya que no son muy dados a pasar por la capital durante sus giras.

Y siguiendo con novedades y aquello de desenmarañar la mente para escuchar nuevos grupos, Tenpel fue un más que digno telonero, caldeando el ambiente con su fuerza sobre el escenario. Escuchándolos a través de su MySpace, muy recomendable, pierden energía si se compara con lo que demostraron sobre el escenario. La música patria deja patente, otra vez, no tiene nada que envidiar a muchos de los que vienen de fuera.

Dredg dejó sobre la antigua Arena un repertorio bastante diverso, metiendo temas antiguos y pocos del nuevo disco. Lo cual fue de agradecer, sinceramente. Con dudas en el sonido (tuvieron algunos problemas durante todo el concierto), antes de que nos diéramos cuenta ya estaban cantando Bug Eyes, así, como el que no quiere la cosa. La slide guitar de Hayes empezó a sacar humo y Engles, el guitarrista, a derretir sus cuerdas con riffs electrizantes y llenos de rabia. Ode to the Sun, Planting Seeds y Hung Over on a Tuesday completaron los temas elegidos del CWA.



El Cielo y Pariah tuvieron su protagonismo, con Of the Room y Pariah, además de Information, que trajo un poco de calma y de relax a la sala. Y mencionando la palabra protagonismo, imposible dejar pasar por alto tanto al batería, un animal de bellota que debió romper cerca de una docena de baquetas, como al bajista-teclista, que a pesar de su pinta de persona indefensa, está a la altura del resto de componentes del grupo. Pero con creces.

En una sala heineken a tres cuartos de aforo (inicialmente el concierto iba a ser en la Sala Caracol, pero pronto se les quedó pequeña), Dredg cerró con Down To the Cellar, de una manera estrambótica y sosa. Nada más terminar, se fueron del escenario destrozando guitarras, lanzándola contra la batería y dando patadas a diestro y siniestro. Por cómo dejaron el percal, estaba claro que no habría bis, porque los pipas tendrían que haber montado de nuevo todo el tinglado.

Espectáculo completo. Que me trajo muchos recuerdos agradables de aquella sensación de volver a disfrutar de la música, hace ya tiempo. Y que más allá de adormecer (había que tener cuidado con la lluvia de baquetas), entretuvo al respetable a lo largo de la hora y media.

Moraleja: todo merece una oportunidad. Bueno, casi.

18 junio 2011

Living Meki en la Sala Orange

17 de Junio del 2011

La música, al igual que cualquier otra arma cultural de destrucción masiva, se puede utilizar para hacer el mal o hacer el bien. Se convierte en malvado cuando, más allá del estilo musical, provoca fanatismo hasta límites que nunca se deben pasar. Sin embargo, actos como el de anoche dejan patente que lo normal es que la música sea un medio perfecto para aglutinar a personas bajo una causa común. Una causa buena, claro está.

Meki es una ciudad de Etiopía donde, desde hace algunos años, una pequeña organización no gubernamental dedica esfuerzos y recursos para la construcción de escuelas y otros servicios que hacen que los niños tengan una vida, digamos, más acorde a lo que merecen. Al tratarse de un organismo pequeño, entiendo que la gestión y la facilidad para hacer llegar los fondos que se recauden se hace más fácil y de forma más efectiva.

En el antiguo Chesterfield (aquel sitio donde nunca me permitieron la entrada, en las dos veces que lo intenté), la convertida Sala Orange acogía el festival Living Meki, donde Joe Eceiza, Garaje Jack y Los Madison ponían la música y un 30% de la recaudación de la venta de su merchandising, y el resto aportaba sus entradas y consumiciones a servicio del pueblo Etíope.

Siendo la esencia de Le Punk, Joe Eceiza en solitario no podía sonar a otra cosa. Quizá demasiado melancólico, potenciado por el sonido acústico, las melodías rockeras sucias de ciudad con su voz desgarrada inundaron la sala Orange, impregnándola de lluvia y ambiente nublado. También hubo hueco para algún ritmo divertido y más dinámico que animó a los presentes. Con un ukelele, Joe (permitidme que le tutée) puso punto final a una actuación de algo más de media hora que creo fue lo mejor de la noche.




Garaje Jack demostró que en la música también pasan cosas raras. Como por ejemplo, que la cantante, con esa voz tan potente y esa energía sobre el escenario se deje llevar por los ritmos simplones del grupo, de ese estilo musical que haciéndose pasar por rock por tener guitarras de colores y 'looks' asalvajados con melenas, tatuajes y barbas desaliñadas, no es más que pop-rock deslucido que aporta poco. Son melodías que no llegan. Que sirve para que cierta gente se anime, pero que bajo mi punto de vista, las sobreactuaciones de mover los mástires de las guitarras arriba y abajo de manera descontrolada no son más que poses. Una cantante con potencial que podría tener un estilo propio.

Me dejó tan mal sabor de boca que, a pesar de la buena causa que envolvía el ambiente de la sala, de Los Madison, al ver que todo transcurría por los mismos derroteros, sólo presencié unas 5 ó 6 canciones. Con estilo más indie, no llegaron tampoco a engancharme.

Lo importante esa noche no era la música, sino la causa. Una lucha por la que un pequeño reducto de personas demuestran que siempre es posible poner un granito de arena y hacer de este mundo un lugar mejor. Un poquito mejor, que no es poco, y a la vez, suficiente.

A pesar de todo, una velada agradable por la compañía y por pensar que, por una vez, como se manifestó desde el escenario, la compra de alcohol estaba más que justificada. Si es que, se mire como se mire, la cerveza siempre da más alegrías que penas.

12 junio 2011

Rainbow in the Black en La Sala Caracol

11 de junio de 2011

El heavy metal se puede definir con muchos calificativos. Épico. Intenso. Pasional. Potente. Fogoso. Pb, As y Hg. Sea cual sea el que se ajuste más al de la Wikipedia, está claro que Ronnie James Dio está presente en todas ellas. Es (era) de esos personajes que por historia nunca podrán ser olvidados, incluso para gente como yo, que sin llegar al culturismo heavy medio de los metaleros, sabemos apreciar las cosas buenas. Es de bien nacidos estar agradecidos.

Allá por Julio del año pasado, se esperaba a Dio en el Sonisphere de Getafe con su banda Heaven and Hell, pero pocos meses antes se anunciaba su muerte, dejando el cartel con un negro luto más que considerable. Otro mito del que no poder disfrutar desde el patio de butacas.

Esto antes podía ser un impedimento. Sin embargo, desde que se pusieron de moda los grupos tributo, salvando las distancias, no resulta tan difícil estar a pie de escenario imaginando que sobre él se mueve arriba y abajo, a izquierda y derecha, al centro y pa' dentro, el gran Dio con sus devil horns y su pelazo italo-americano.

Rainbow in the black (RIB) se encargó de hacer un tributo más que digno y merecido al maestro Dio, que sentó cátedra en eso de cantar y de sentir el heavy metal. Con Gabriel Boente a la cabeza (ex-cantante de Saratoga), y una sala Caracol con tres cuartos de entrada, RIB se apoderó del escenario pocos minutos pasados de las 21:30 con We Rock. Toda una declaración de intenciones.

Con una caracterización no demasiado conseguida desde el punto de vista estético, costó olvidarse de que Dio no estaba allí. Obviamente, su sombra es muy alargada, y no es tarea fácil. Pero poco a poco, a base de una voz parecida, capaz de controlar perfectamente los altos y los bajos, los tonos cortos y los largos, de dar intensidad donde había que ponerla y de llevar el ritmo de la canción allí donde interesaba, Dio empezó a hacer acto de presencia en La Sala Caracol.



A pesar de mi falta de heavismo brutal, fui capaz de identificar bastantes canciones, porque, al fin y al cabo, de una forma u otra, si te mueves en el mundo del rock es difícil no haber escuchado nunca himnos como la ya mencionada We Rock, Long live Rock 'n' Roll, Holy Diver, Heaven or Hell y, por supuesto, Rainbow in the dark.

Hacía también tiempo que no veía tantas guitarras en el aire durante un concierto, y es que era para lanzarse al ruedo, porque si no es fácil salir airoso de una comparación con Dio, tampoco es trivial osar agasajar a Ritchie Blackmore tocando sus temas, sus acordes, sus trastes, sus cuerdas. Y al igual que Dio, Blackmore debe estar contento de que haya gente como Javier Castro que deje en tan alto pedestal el legado del guitarrista purple.

Se escucharon temas de las etapas de Dio en solitario, con Rainbow y con Black Sabbath. Sigo echando de menos 'locuras' en este tipo de conciertos. No sé si es la influencia Muchachada Nui con sus Celebrities. No sé si es el poder de la industria de la golosina o la publicidad a Unicef. Pero los artistas podrían ser más transgresivos. Me hubiera encantado, por ejemplo, que se hubieran plantado en el escenario un saxofonista y un contrabajista y hubieran tocado una canción de la época inicial de Dio, incluso antes de su primera canción heavy, donde se dedicada al rhythm and blues, cuando aún no era Dio. Porque aquello seguro sirvió para convertirle en lo que fue.

Era mi primera vez en La Sala Caracol, y el sabor de boca no pudo ser mejor (no sólo por la música, sino que la cerveza estaba de rechupete). Se manifestó en mí un sentimiento negro que tuve en algún momento. Aunque también me di cuenta de que dos horas de heavy metal son suficientes para mis oidos. Digerir estridencia ya no entra en mis planes. Lo que no quitó que volviera a disfrutar de uno de los que quizá sea de los estilos musicales que mayor halo de misterio y de sentimiento que existen en la música.

Dio, allá donde fueras, este humilde seguidor cree que anoche se hizo un merecido homenaje al primer aniversario de tu muerte. Y RIB estuvo a la altura de tan ambicioso reto. Fue, como muchos estáis pensando, Like a Rainbow in the Dark.


06 junio 2011

System of a Down en Rock and Ring

05/06/2011

Que no. Que no. Que no estuve en Nürburg. Sin embargo, la noticia de que System of a Down había vuelto y que se retransmitía en directo el concierto desde la web Stream4U me llevó directamente a sentarme delante del ordenador con una cerveza y dejarme llevar.

¿Se notarían decaidos? ¿Les habría pasado factura, a Serj y a Daron, sus periplos en solitario, melódicos, con folk oriental? ¿Cómo seguirían sus voces, sus riffs, después de algunos años en el baúl? ¿Empolvados? ¿Agrietados? ¿Quizá sonaría a "estoy aquí por necesidad"?

A las 22:30 horas, puntualidad alemana, y con la web yendo a tirones durante los primeros minutos, SOAD apareció en el escenario. Con carteles de Welcome Back, una de las bandas más influyentes de los últimos tiempos y por las que uno estaría orgulloso de haber nacido en los 90, inició su torrente personal con Prison Song.

Como si hubieran estado encerrados en una celda durante 4 años, en barbecho. A la espera de volverse a encontrar consigo mismos y darse cuenta de lo que representan. Se les veía bien. Quizá Daron era el más cambiado, con un look más parecido al Arrebato o al Barrio que al guitarrista misterioso y oscuro que llegó a ser. Sin embargo, el sombrero no consiguió nublarle la mente y, más allá de perder cualidades, demostró que tiene una voz y una fuerza con la guitarra fuera de lo normal. Una mezcla de obscenidad, de rabia, de amor-odio que estalló sobre la alfombra mojada (no veáis la que debió caer) del escenario.

Serj sigue conservando su esencia. Una voz espectacular, con una variedad de registros que intimida. Un grito. Un Do mayor séptima. Otro grito. Un graznido. Y ahora un Re. Porque yo lo valgo.

Lo de Shavo y John también es de mérito. Mantenerse tanto tiempo al margen, siendo tan buenos como son, es para reconocérselo. Sin cambios de vestuario ni de look tan impactantes como el de Malakian, se mantuvieron increíbles durante el concierto. Dando muestras de que merecen estar en el grupo. Que dan valor añadido.

El repertorio fue espectacular. Querían resolver de un tirón todas las posibles preguntas que surgieran alrededor suya y durante la hora y media de concierto llegaron a la friolera de 26 canciones de setlist. Y aun así hubo tiempo para agradecimientos. Porque somos su fucking love. Y porque Daron se empeñó en que todos nos volviéramos locos. Ya fuera en cuerpo. O en espíritu. Porque el nosequé llegaba igual. A los que estuvimos en 2005 viéndoles mientras coches ardían y barras eran asaltadas por el público enajenado con más que motivos, esta videoconferencia ha supuesto un renacer.

Deer Dance, Suggestions, Hypnotize, Psycho, Chop Suey, Lonely Day, Kill Rock 'n Roll, Aerials, Suit pee, Toxicity, Sugar. Quién puede dar más en el metal. Claro que faltaron. Pero no sobraron. Un despliegue de ganas asombroso. Tenían motivos. Estaban de vuelta. Están de vuelta.

Sólo queda que, más temprano que tarde, vuelvan a desquitarse en los estudios. Sacando algo, como suele ser habitual, que merezca la pena ser degustado. Que aproveche.