31 marzo 2011

Roger Waters: The Wall en el Palacio de los Deportes

26/03/2011

Se antojaba épico. Probablemente por ser un concierto con el que hace pocos años la gente no contaba con ver. Los fans de Pink Floyd no tenían otra por aquel entonces que hacer colas para ver a los Pink Tones, echarle imaginación, y pensar que volvían a los años 60, 70 u 80 y disfrutaban de los auténticos. Y el muro se vino abajo cuando se supo que Roger Waters, bajista, letrista, vocalista y fundador de la psicodélica banda, giraba por todo el mundo con el espectáculo de The Wall.

Con dos conciertos masivos en el Palacio de los Deportes, cuya acústica demostró que está hecho para las grandes ocasiones del panorama musical, los que acudimos a ver The Wall fuimos testigos de una ópera. De un teatro musical, con marionetas incluidas. De una historia basada en hechos reales y llena de mensajes, de imágenes, de música. Con un guión definido, siguiendo en gran medida la línea de la película del grupo.

El primer acto del concierto se centró en todo aquello que pone ladrillos en el muro. Educación, egoismo, miedo, pesadillas...Un mundo gobernado por la anarquía que no hace más que encerrarnos. Que nos provoca malestar y nos lleva a un acantilado sin fondo. La sensanción de construcción del muro con cada uno de estos sentimientos fue acojonante. Con una banda y escenografía que rozó la perfección. Con niños desbocados arremetiendo contra el profesor. Con un comienzo de concierto lleno de fuegos artificiales, de llamas, de banderas y trajes militares.

Las volúmenes 1, 2 y 3 de Another brick un the wall, The happiest days of our lives y Goodbye blue Sky entre otros fijaron la esencia de esta primera parte del concierto. También hubo tiempo para el descanso y la calma con uno mismo, con Mother, reflexionando con mamá sobre la necesidad de crear o no un muro.

Como buena obra de tetro, Roger Waters y su banda (qué banda), nos deleitaron con un intermedio. Y digo deleitaron, porque fueron 10-15 minutos muy emotivos en los que, con el muro totalmente construido, la pared de cartón se llenó de fotos de caídos en la guerra. Iraníes, americanos, españoles, alemanes, italianos, sudamericanos, africanos...gentes de todas las razas, etnias y pueblos del mundo que, ayer u hoy, lucharon por intentar derribar muros allá donde se los encontraron.



El segundo acto, a pesar de la sensanción de que el Big brother is watching you, empezó con el mensaje positivo y de esperanza de Hey you, porque tarde o temprano sabíamos que tiraríamos el muro entre las miles de personas allí presentes. Eso sí, no fue tarea fácil. Imágenes psicodélicas, escalofriantes e incluso desagradables llenaban el muro de pesadumbre que daba miedo tocar. Sin embargo, con Vera y Bring the boys back home, se devuelve un aire de luz, haciendo ver que hay gente feliz en este mundo, y que con el cariño de los suyos se puede vencer cualquier cosa.

El muro iba cayendo poco a poco, gracias sobre todo al solo de guitarra de Comfortably Numb, que fue escandaloso. Subido en lo más alto del muro, Snowy White (su nombre merece estar aquí escrito) estuvo acojonante. Con tintes quizás más jevis que la versión original (a mí me gustó más así), destrozó la mitad de los muros que tuviéramos a la entrada al Palacio de los Deportes. Maravilloso.

Al final, como con la burbuja inmobiliaria, no quedó un ladrillo en pie. Con Outside the Wall, una mujer quitándose los auriculares de lo que parecía un Ipod y una niña levantando los brazos en señal de victoria, los artistas salieron a saludar y se fueron yendo uno a uno ovacionados como se merecían.

Todo esto fue lo que Roger Waters, su banda, y la mente de todo este espectáculo (colaborador de U2, de hecho, en muchos momentos, el avasallo de imágenes capitalistas y frases antisistema me recordó a la gira ZOO TV) fueron capaces de transmitir en más de dos horas y cuarto. Un ejemplo de unir música, guión, vestuario, luces, mensajes en un mismo recinto y no morir en el intento. Gracias por recordarnos que día a día, un ladrillo se nos intenta echar encima. El sábado, muchos huyeron asustados de ver de lo que éramos capaces.