19 enero 2011

Letz Zep en la Sala Heineken

18/01/2011

Duele reconocer ciertas cosas. Se les puede dar todas las vueltas que uno quiera. Intentar buscar soluciones. Formas de evitar lo inevitable. Pero eso mismo hubieran querido Plant, Page y Jones con respecto a la muerte de Bohman. Que su vómito no le hubiera reservado una mala jugada. Por ese exceso de alcohol, Led Zeppelin se disgregó. Y yo con estos pelos.

Una vez asimilado, Letz Zep se presentó en Madrid. Y no quería perder la oportunidad de, según se comentaba, cerrar los ojos y verme en los años 70 en la tercera fila de un concierto de los auténticos Led Zeppelin. Me daba escalofríos sólo de pensarlo. Pero supongo que a ellos les debe pasar a menudo. No debe ser fácil intentar imitar a una las bandas más grandes jamás conocidas. Y tampoco ver cómo la gente te aclama por canciones y por riffs de otros. Letz Zep también debe asimilar otras cuestiones. Como esa.

La expectación era tremenda. Viejas y jóvenes glorias con camisetas llenas de frases, imágenes, conciertos que recordaban a la banda tributada. El Zeppelin volvía a coger altura. Y esta vez no había peligro de pincharse por el humo del tabaco.

Con 20 minutos de retraso con respecto a la hora prevista, saltaron al escenario. Vestimenta totalmente ambientada en los años setenta. Chaquetas estampadas y abiertas al medio. Pantalones acampanados. Cinturones de hebilla anchísima. Melenas larguísimas excelentemente cuidadas y un desparpajo asombroso. La cosa pintaba bien.



Y para qué andarse con tonterías. Todos sabíamos a lo que habíamos ido allí. A escuchar canciones de Led Zeppelin. Heartbreaker, Rock and Roll, Kashmir, No quarter...el concierto estaba siendo un auténtico desfase. Nunca había visto tantas guitarras imaginarias entre el público ni tanta voca abierta intentando reproducir canciones. Porque seamos sinceros. Los riffs nos los sabemos de memoria, pero las letras...tenemos que seguir practicando. No importaba; al fin y al cabo es como si estuviéramos en los setenta, y seguro que allí hacían de todo en lugar de cantar...

El concierto siguió con versiones increíbles de Dazed and confused, Moby Dick y Whole lotta love. Como las de antes. Canciones de 12 minutos en los que la anarquía se hacía dueña de la batería, de las guitarras y de los teclados, saliéndose del guión establecido y creando desconcierto. Una virguería.

Y él cogió su guitarra de dos mástires, de 12 y 6 cuerdas. Y la tocó. Y aunque sea tópico, Stairway to heaven enmudeció a todos. Una canción sobre esperanza. Que creó un ambiente tan espectacular de calma y de emociones que erizaba hasta el pelo más rizado. No sólo recordaba a los 70, si no también a micrófono sudado y a camisa desgastada. Pues eso, a los 70.

También llegaron Inmigrant Song, Communication Breakdown y Since I've been loving you, entre otras. Se podían haber pedido más, pero tras más de dos horas largas de concierto, necesitábamos tiempo para pensar en lo que habíamos escuchado y visto. Y yo para escribir sobre ello. Y sobre el ramalazo del cantante, que no dejó indiferente a nadie. Hasta en eso se parece a Plant. Aunque quizás demasiado exagerado. No todo puede ser tan fiel como se espera...

¿O sí?.

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