24 diciembre 2011

Depedro en la Sala Caracol

23 de diciembre de 2011

Han pasado ya unos años desde que, con su disco homónimo en mano, Depedro se presentara en la plaza Mayor de Cáceres a enseñarnos su trabajo. De aquella actuación salieron nuevos seguidores, en los que me incluyo, que le han mantenido la pista desde entonces porque, no nos engañemos, son una buena panda de músicos.

Con Nubes de Papel, todo se mantiene. Esas melodías sentidas. Con la voz espectacular y potente de Jairo, que tras la experiencia de La Vacazul, parece haber encontrado un resquicio en el panorama musical español donde, con un grupo de músicos geniales, dar rienda suelta a sus letras. Profundas y alegres. Sentidas y heroicas. Que dan valor y muestran algunas claves para hacer la vida más sincera. Más sencilla. Más llevadera.

"Hola, soy Lucas y soy el telonero". Con una presentación así de sencilla uno de los miembros de Depedro, Lucas, apareció guitarra en mano para enseñarnos lo que sabía hacer. Y entre broma y broma, durante media hora nos hizo reír y disfrutar. Llenó la Sala Caracol (espectacular en ambiente, sonido y cerveza, como siempre) de los primeros coros de la noche. Temas de Piscinas Vacías que recordaban a otros cantautores que son lo suficientemente emotivos, pero sin llegar a lo ñoño. Todo un reto, pues lo normal es que se te vaya la mano y te acabes convirtiendo en Marc Anthony.

Con Jairo sobre el escenario a las 22:30 horas se dio paso a un concierto genial. Divertido. Lleno de invitados. Con un sonido casi perfecto. Con un setlist que mezclaba temas del disco debut de Depedro y Nubes de Papel. Un disco, este último, con melodías mucho más refinadas. Un disco cuyas letras y ritmos enganchan cada vez más a medida que te detienes en los detalles. En los matices de acordes, de voz, de instrumentos (acordeones, xilófonos, percusiones, melódicas, bases electrónicas...). Muy bueno.



La Llorona, La memoria, Equivocado, Chilla que tiemble...Incluso hubo hueco para una versión de Blister in the Sun, de Violent Femmes. Por supuesto también estuvieron Como el Viento, Tu mediodía y una versión excelente de Don't Leave me now, que aunque en el disco es un poco lenta, la participación de Amparo Sánchez (Amparonia) y de un trompetista acojonante que se dejó los pulmones en un solo que hizo temblar los cimientos de la Caracol, la transformó en una canción genial.

Tras un bis de casi media hora, Comanche cerró una noche víspera de nochebuena que servirá para que más de uno termine el año como dios manda. Con música, a lo loco y gritando a los cuatro vientos: Soy más de lo que crees; Estoy llamando a tu puerta, esa que nunca está abierta.

Esa que voy a romper.


17 diciembre 2011

Sons of Rock y Electric Fence en Rock Palace

16 de diciembre del 2011

Sabía que la cercanía del Rock Palace iba a servir como excusa para acudir más a menudo de lo normal. Hasta el punto de que esa proximidad podría inducirme a la trampa del dejarme llevar y tragarme cualquier cosa. Pero más allá de esta teoría, la segunda noche entre las paredes de la remodelada sala de ensayos fue genial. Suficiente como para ganarse el término "Rock" en su nombre.

Sons of rock cerraron la gira que les ha llevado a presentar su último disco, Rock your Soul. Con un esquema de grupo, desgraciadamente, poco habitual, la cantante y guitarrista principal se echa el grupo a las espaldas sobre el escenario, aunque con un equipo que en absoluto desentona.

A pesar de no tratarse de una voz de esas que marcan una época, la banda transmite rock, que es lo que verdaderamente importa. Ritmos clásicos que amenizan veladas y que mantienen viva la noche, que en Madrid, y gracias de nuevo al Palace, sigue coleando con grupos que usan estos escaparates para encalamarse a la escena del rock nacional. Incluso se lanzaron con una versión del Come together de los Beatles. De su página web podéis bajaros los discos de la banda (que ya van por el tercero). Merece la pena echarles una escuchada y seguirles la pista. Suerte.

Tras un breve descanso para el trabajo de los pipas, Electric Fence se subió al escenario con una dosis extra de mocos en sus conductos nasales y sin mallas de leopardo.



En una sala poco transitada, bien por intimidación o simplemente por alcohol insuficiente, la gente mantuvo la distancia con el escenario en las primeras canciones, como si realmente hubiera una valla eléctrica entre el grupo y su gente. Pero poco a poco los watios de la valla se fueron trasladando a donde tenían que estar. A las guitarras, al bajo, la batería y a la voz y cuerpo del cantante, que bien se encargó de sobreponerse al estado catarroso pre-navideño para brindarnos una actuación más que decente. Fever, Look Out o Get some rock and roll tonite continuaron la esencia dejada por los hijos del rock para convertirnos en adolescentes de este estilo musical que, simplemente, agranda nuestras almas.

Con balada incluida, también hubo momento para el versionado de canciones. En este caso, y con toda la admiración que se puede enviar al más allá con estas humildes teclas, Sin City de AC/DC resonó en la sala con una fuerza tremenda. Digna del temazo que es y de Bon Scott.

Gran noche de más de dos horas de rock en una sala que desde su inauguración no hace más que darnos alegrías e inyectarnos un poco de pasión. Un poco de desvergonzonería. Un poco de mala ostia. Vamos, Rock and Roll.

Yeah.

20 noviembre 2011

Andrei Oid en la Casa Encendida

19 de Noviembre del 2011

En una nocha loca y fría, con lluvia y con pocas alternativas a la vista, La Casa Encendida siempre ofrece un plan al que poderse acoplar. Ya sea audiovisual, exposiciones, teatro, etc. este enorme recinto subvencionado por Caja Madrid (perdón, Bankia) intenta transmitir con cultura una serie de valores basados en educación medioambiental y solidaridad. Aunque muchas veces se haga de manera tan abstracta que uno no sabe si lo que está viendo es cultura o un insulto al intelecto.

En esta línea (de cultura, no de insulto), actualmente está activa una exposición relacionada con la cultura rusa ("La Caballería Roja"). Paneles y proyecciones sobre la antigua URSS que dan idea de lo cruda que fue aquella realidad, especialmente para los millones de personas que perdieron sus vidas por la, llamémosla, causa comunista. Sin embargo, la exposición presenta a todos los artistas que, a pesar de la época que les tocó vivir, pudieron (o intentaron) desarrollar su creatividad, incluso con el estómago vacío.

Mucho más liviano (a priori) y menos áspero y despiadado era el concierto de Andrei Oid en el auditorio de La Casa Encendida. Música electrónica, de nuevo, al servicio del hombre. Aunque en este caso, bastante decepcionante. El joven artista ruso no cumplió las expectativas de lo que se espera cuando se asiste a una actuación liderada por la máquina en lugar de por el instrumento: momentos épicos que te atrapan; ritmos que se meten en tu cabeza hasta días después de haberlos escuchado; imágenes metálicas o industriales asociadas a la frialdad de la electrónica. Nada de eso tuvo el concierto.



Acompañada por unas imágenes repetitivas (hagamos un cálculo rápido: una hora de concierto, un vídeo de 5 minutos, 12 repeticiones del mismo vídeo), la electrónica desplegada en un auditorio donde la gente se quedaba literlamente dormida, fue muy fría. Y este sea quizá uno de los peores adjetivos que se le puede dar a una música creada para levantar ánimos en momentos de bajón.

Las imágenes del vídeo, además de ser bastante insípidas, no transmitían nada, en gran medida porque la música no era su mejor cómplice. Si a esto le sumamos que la puesta en escena consistía en una mesa rodeada de velas y saturada de cables y de enchufes (la postal era desordenada e incluso peligrosa), el concierto resultó bastante bochornoso. De hecho, hubo quien no aguantó y se levantó antes de tiempo, prefiriendo seguramente una cerveza en Lavapies.

Tras esta experiencia (buena o mala, lo es), un concierto en directo de música peruana, un pisco sour y una papa rellena hicieron que el sábado cambiara de mediocre a sabroso y amable. Lo que no nos dio la electrónica, lo conseguimos con folclore sudamericano.

Así es Madrid.

11 noviembre 2011

Albert Pla y Pascal Comelade en el Círculo de Bellas Artes

9 de Noviembre del 2011

Bienvenidos al mundo de los sueños. Un mundo onírico lleno de marionetas, siamesas, DJ's. Donde hay lugar para todo aquello que piensas antes de dormir. Sí, sí. También hay sapos amarillos, instrumentos pequeñitos y sombras, adornadas con capirotes de papel, burbujas y globos de colores.

Así es el espectáculo de la dupla Albert Pla y Pascal Comelade. Una oda a nuestros pensamientos más profundos antes de sumergirnos en el sueño. Somiatruites, obra teatral y musical acompañada de la crudeza de las letras de Albert Plá y la música de Pascal Comelade. Una mezcla perfecta si pensamos en voces suaves e instrumentos diminutos y agudos.

Con una escenografía que transmitía ternura y unos personajes presentados, como no podía ser de otra forma, con música, Pla y el resto del reparto nos transportan a un subconsciente gobernado por uno mismo. A una escuela donde caben aquellos que sueñan con volar; con hablar como los chinos o incluso conque su padre le deje de pegar. Porque así es la vida. Divertida y cruel en la misma frase. Y así es como la entiende Plá.



También el insomnio fue cuestión de estudio. Con sonidos estriónicos y desacompasados con los instrumentos minimalistas, Pla fue capaz de crear incluso agobio; de reproducir esos momentos en los que no se puede dormir por las vueltas que le damos a la toda la información que nos llega; todo aquello que no podemos procesar y que nos impide conciliar el sueño. Fantasías raras que nos hace levantarnos de la cama, abrir los ojos e intentar dejar la mente en blanco. Pero resulta imposible.

En este estudio al interior de la mente tienen lugar el "lo dejo para mañana" y echar de menos a los que ya no están. Todo en clave de humor sin perder la esencia de la lírica profunda y desgarradora. Un estilo que a pesar del ambiente infantil creado sobre el escenario hacía vislumbrar una vida paralela dura. A la vez que dulce. Terrible. A la vez que divertida. Y Paco León, por qué no.

Un paseo especial. Y si es en forma de susurro (un sonido espectacular en el teatro) para no romper el ritmo de nuestros pensamientos, perfecto. Porque Pla es así. Tiene esa mezcla rara que encandila, sea en catalán o castellano.

No sólo sobre sueños trató. También sobre la diferencia. Su anterior disco donde recogía canciones tan profundas como Ciego, que a base de rumba catalana, enseña y explica, clarísimamente por otro lado, lo que es el amor. Nada más y nada menos. En una sala oscura, con su habitual casco de tres luces, y paseando entre el público con su guitarra, Pla fue discurseando la letra de la canción. Impecable.

Sobra decir que, más allá de estremecer, se trata de un concierto teatral más que recomendable. Tanto si quieres reír como si quieres escuchar y dejarte llevar por la tristeza. Aunque siempre encontrarás una burbuja, un sueño, detrás de tanto sufrimiento. Porque somos libres de soñar lo que queramos. E incluso de hacerlo realidad.

Y sí, soy amigo de Teófilo Garrido.


06 noviembre 2011

Motociclón en Rock Palace

5 de Noviembre del 2011

Siempre es una alegría ver que más allá de garitos que cierran; de salas que se cansan de pedir permisos en este mundo burocratizado; de programas de televisión y cadenas de radio que nos abrasan los oídos con las mismas canciones día tras día; de ver cómo los discos son cada vez más caros con menor calidad en su edición; sigue habiendo luz. Y esa luz se presentó, en este caso, como reapertura de la sala Rock Palace.

No sólo es unas cuantas salas de ensayo o una sala de conciertos con aforo más que limitado. Se trata de un símbolo del panorama musical madrileño que, pasándose la crisis del ladrillo por la entrepierna, ha dedicado tiempo y esfuerzo en renovar sus instalaciones.

Durante todo el fin de semana (en Madrid éste empieza el jueves) se han estado organizando conciertos para celebrar tan magno acontecimiento. Los Imperial Surfers, Novak o Tetallica se subieron al escenario, entre otros. Y el sábado le tocaba a Motociclón y a Novedades Carminha, lo que prometía ser la prueba definitiva para ver si los cimientos del edificio estaban preparados para una verdadera dosis de watios y saltos de los asistentes.

Con puntualidad cuasi escrupulosa, a las 23 horas dio inicio el concierto de Motociclón, en una sala llena de gente (entre ellas, personalidades del mundo de la canción), bien insonorizada y con un precio de la cerveza bastante decente para tratarse de un bolo gratuito.



Y el grupo se dejó de tonterías desde el principio. Nada de ir poco a poco. De escatimar, de especular con la intensidad sobre el escenario. En el minuto uno aquello se convirtió en una fiesta en forma de punteos heavies, de letras divertidas y desenfadadas y de brincos, de implicación con el público y hasta de chistes verdes.

El grupo vallecano dio un recital de directo, acompañados por unos cuantos seguidores acérrimos que coreaban las canciones de su último disco, Gentuza, título muy acorde con la situación actual que vivimos. Una mezcla de punk y de heavy que es imposible que quede indiferente a nadie. Más aún si se leen los cortes: Autofelación, Carne de recortá o Los explotagüevos. Pero quien piense que estamos hablando de un grupo sin sensibilidad, se equivoca. Muestra de ello es su balada Comiéndote el ojal en un 127 abandonao. Puro pasteleo musical. Cerrando con Air Guitar (guitarras del rock), estos tíos consiguieron que la sala se fuera a fumar un cigarro con una sonrisa en la boca y con la sensación de que la noche era muy larga y acababa de empezar.

Más tarde llegó el turno de Novedades Carminha que, a pesar de pintar muy bien y de prometer mucho, varios compromisos nos impideron quedarnos en esta (para mí) nueva sala de conciertos. Sala que cumple varios requisitos imprescindibles: cerca de mi casa, cerveza buena y barata y una panda de colgaos capaces de, con los tiempos que corren, seguir apostando por los grupos nuevos y darle la oportunidad a aquellos que no lo son tanto.

Con dos cojones.

04 noviembre 2011

Los Cuantos en la Sala Sol

3 de Noviembre del 2011

Érase una vez un grupo de rock, por ejemplo. No uno convencional. Aparentemente podría parecer que sí lo era. Pero no lo es. Lo acabo de decir. Un batería, una teclista, dos guitarras y un cantante. Combinación capaz de descomponer la partitura más cuerda, más sensata, más melódica, en fracción de segundo. Ya.

Tras varias intentonas por asistir de nuevo a un concierto de Los Cuantos, con el recuerdo de una sensación de boquiapertura que me provocaron en el III Ferrarra Festival, por fin tenía la oportunidad de confirmar si aquello fue flor de un día. O si, y como suele ser habitual, las primeras impresiones cuentan. Enlace
El concierto servía de presentación del disco de descarga legal gratuita (pinche aquí) Love, Love, Love. Que puede que salga ahora, pero sus canciones llevan retumbando en las salas españolas durante algún tiempo. Tiempo que ha servido para crearse una panda de fieles seguidores animosos o, por el contrario, que buscan animarse con blues, jazz, psicodelia. Locura mezclada con un toque de sosiego. Pero sólo un poco.

No venían solos Los Cuantos en esta noche lluviosa. Les acompañaba Southern Arts Society (SAS). Grupo sevillano compuesto por tres sevillanos y un inglés. Y esto es de todo menos un chiste. En una Sala Sol bastante desolada, SAS nos trajo su último disco, Another life, completo de influencias pop-rock e incluso electrónicas. Melodías muy elaboradas pero a la vez agradables y fáciles de seguir para ser la primera vez que los escuchaba. Canciones potentes como Religion, The Window o Andalusian Morning. Tanto, que hasta el techo se les venía abajo en forma de poliespan. Música sin tapujos para cualquier momento del día. Contáis con mi seguimiento en MySpace. Hecho.



Poco a poco fueron Los Cuantos organizando su terreno. Cable por aquí. Cable por allá. El teclado aquí. Este taburete asao. Luego daría un poco igual, porque cada cosa acabaría en el otro extremo, pero es importante empezar organizados, para que el caos lo sea más aún.

Si no les has visto antes, quizás te llame la atención que todos los componentes empiecen sentados (a excepción de la teclista). Repito: empiecen. O quizá el ritmo frenético de la pierna del cantante. O quizás simplemente la belleza de la teclista. Pero esas percepciones se esfuman en el momento en el que todo empieza a sonar. Un halo de estridencia en los temas que desahoga.

Como era de esperar, dieron un buen repaso al disco, pero a diferencia de lo que creía, se desmarcaron con otros temas, mostrando que no sólo de Love vive el grupo. Love, Love, Love, Tree of Wood, His eyes keep moving towards her explotaron en la Sala Sol, entre otros, acompañados de un ajetreo continuo sobre el escenario (lo que me impidió sacar alguna foto decente del grupo).

El setlist fue intenso y corto, con un sonido bastante deficiente que, para quienes escuchaban al grupo por primera vez, pudieron llevarse la sensación de demasiado descontrol sobre el escenario. Fue una pena el no poder captar cómo la más absoluta anarquía se transforma en armonía melódica. Aspecto que se aprecia con creces en los temas del disco pero que en el concierto se perdió. Especialmente en The Roof, que considero el mejor corte del disco.

Con Hang me high Lord y un bis cerraron la noche, con lanzamiento de disco incluido. Noche cerrada por nubes y lluvia, pero que en La Sala Sol se abrió para dar esperanza a los buenos grupos del panorama musical español. Aún se pueden sacar discos y no morir en el intento. Ánimo.

Y...vivieron felices y comieron perdices.

09 octubre 2011

System of a Down en Santiago de Chile

7 de Octubre del 2011

Sudamérica siempre se ha caracterizado por la gran afluencia de grupos de rock, heavy y new metal. Seguramente por el calor de la gente, que a pesar de no venderse alcohol en eventos públicos, gozan de una vitalidad y de una sangre que en ocasiones, se echa en falta en países como España.

Lo que nunca podría imaginar es que en mi primer viaje a Sudamérica. Mi primera estancia en Chile. Mi primera visita a Santiago. Mi primer congreso de hidrometalurgia. Todo ello, coincidiera, en lugar, fecha y hora con mi apretada agenda, con el concierto de System of a Down. Y más allá, que el grupo se hospedara en el mismo hotel que yo.

Cuando les vi en Madrid, lo que vino a ser el final del hasta entonces encumbrado FESTIMAD tal y como se conocía, se cumplían diez años de su primer concierto como banda. El viernes, 7 de octubre, además del partido Argentina - Chile, significaba el final de la gira sudamericana del grupo tras su reciente vuelta a los escenarios. Un cúmulo de casualidades que hacían que todo fuera, si cabe, más especial.

El día en Santiago de Chile se fue cerrando. Después de una hora de trayecto para dar con el estadio Bicentenario, una comida rápida (aquí en Santiago tienen auténticas delicias) y algún que otro altercado con los Carabineros, entramos al recinto. Con respecto a los conciertos en España, dos diferencias significativas: en primer lugar, el amplísimo dispositivo policial y militar, seguramente promovido por los movimientos contra el sistema de educación universitaria en Chile; luego, la no venta de cerveza, que no impide que se anime desde el minuto uno.

A las 20 horas entró en escena el grupo Libra. Grupo de rock santiaguino que no gustó. Ni a foráneos ni a autóctonos. Poca fuerza en la que se supone es su casa. Temas fríos. La gente estaba más dedicada al resultado del partido clasificatorio para el mundial que del escenario. No cumplió con aquello de precalentar el ambiente. Muy necesario, por otra parte, porque la lluvia caía sobre el estadio y, aunque dejaba una estampa preciosa, el agua se empezaba a colar bajo el chubasquero.

Con media hora de retraso, y coincidiendo con el gol de Chile y con el cese de la lluvia, System salió al escenario sin concesiones. Prison Song, Soldier Side and BYOB del tirón. Dando la bienvenida a los miles de personas que allí nos reunimos. Como siempre, un dispositivo de luces y de vídeo sencillo, sin grandilocuencias, aunque con imágnes preciosas de fondo de pista. En cuanto al sonido, muy potente e intenso. Suficiente para hacernos delirar. Cantando. Saltando. Viviendo.


Fotos escasas por la batalla campal "amable" vivida durante el concierto


Especialmente emotivo fue cuando los videomarcadores mostraron una bandera de Chile que exclamaba "Fuerza Estudiantes". Además, Serj se marcó un discurso rindiendo homenaje a todas las naciones sudamericanas que habían sido capaces de sobreponerse al poder dictatorial que hasta hace no demasiado era más común que la democracia.

Siguiendo con la música, SOAD dio un auténtico recital. Más de 25 canciones de setlist de todos y cada uno de los álbumes. Especialmente destacables Needles, Psycho y Holy Mountains. Sin olvidar los clásicos Toxicity y Chop Suey, y a pesar de seguir faltando Soil en su repertorio, tras más de una hora y tres cuartos, cerraron con Sugar, por si había alguien que todavía le quedaba adrenalina.

Una suerte. Un privilegio. Sin fechas aún definidas para el tour de Europa, que me quiten lo bailao. Si ya de por sí esta experiencia estaba llegando a ser estratosférica, este inesperado encuentro la ha acrecentado. Gracias por volver. Gracias por elegir el 7 de octubre para vuestro concierto en Chile. Y Chile, mayor suerte contra Perú.

25 septiembre 2011

No te apures mamá, es sólo música pop

23 de septiembre del 2011

Madrid es una ciudad que siempre ofrece un buen puñado de alternativas. Entre ellas, conocer grupos españoles emergentes que, la mayor parte de las veces y desgraciadamente, no les es posible firmar con algún sello discográfico y sólo les queda el amor del público en los tugurios de la capital. Grupos de los llamados maqueteros que dan vida a un Madrid efervescente y en continuo estado de renovación.

Así surge "No te apures mamá, es sólo música pop", disco recopilatorio de algunas de esas bandas: Hazte Lapón, Cosmen Adelaida, Rusos Blancos, Betacam, Solletico. Podéis escuchar todas las canciones en este LINK. Grupos todos ellos de corte pop-indie que tienen en este tipo de celebraciones su oportunidad. La oportunidad de tener su reconocimiento y, quién sabe, si la oportunidad de tener una entrada propia en este blog. Qué más se podría pedir.


Recordaba la sala Siroco bastante pequeña para un evento en el cual, según facebook, más de 300 personas confirmaban su asistencia o su "quizás asista". De ahí que, aunque la hora de inicio eran las 21.30 horas, 20 minutos antes ya merodeaba la calle San Dimas, dónde un pequeño grupo de 20-30 personas se agolpaban alrededor de la puerta de la sala, aún cerrada.

Tras preguntar al mastodóntico segurata de la sala la hora estimada de apertura de puertas (según él, en unos 10-15 minutos desde entonces), fui a tomar una caipirinha en buena compañía. A eso de las 22:10 minutos, salgo del bareto y, oh, qué sorpresa. Desde la puerta de la sala Siroco hay una cola kilométrica que da la vuelta a la esquina de la calle. En fin, la caipirinha y la compañía merecieron la pena, aunque hubiera que pagarlo en forma de espera.

22:15; 22:30; 22:45. La cola no se mueve. Aquello no avanza. Miento. Sí que lo hace, pero en sentido contrario. La gente sigue y sigue llegando y cada vez más se empieza a colapsar la calle. El paso de un coche supone un ejercicio espectacular de coordinación para no recibir golpes contra los retrovisores del vehículo. Indignado, ahora que está tan de moda, fui de nuevo a preguntarle a mi amigo Puerta que qué previsión había para entrar y si en la sala había suficiente aforo para todo el mundo. A la primera pregunta me contestó igual que hace una hora: en unos 10-15 minutos. A la segunda, no supo qué decir. Así que me volví a mi posición, bastante lejos de la pole de carrera, sin saber si cuando abrieran la puerta podría entrar o no.

22:50; 23:00; 23:10. El nivel de indignación llegó demasiado alto. No es posible que grupos primerizos, que deben entender aquella masificación como una muestra de cariño, fueran los responsables de que se llevara más hora y media de retraso. Alguna razón sensata habría, pero nadie lo explicó. Ni nadie pudo hacer una buena previsión de cuándo se podría entrar a la sala. Un desastre. Una vergüenza. Una tomadura de pelo.

23:15. Ya estaba bien. Así es. Madrid siempre ofrece un buen puñado de alternativas. Y no lo iba a desperdiciar. Más aún. Por eso, sin saber qué diablos pasó. Sin saber si esos grupos merecen realmente la pena o no. Dejé mi puesto en la cola. Y por lo que vino después, me alegré.


18 septiembre 2011

Loquillo en La Elipa '11

17 de Septiembre del 2011

Quizá sean tres o cuatro las entradas que se cuenten en este blog sobre una de las instituciones del rock patrio. Crónicas que, sin volver a leerlas, estoy seguro de que hablaban de intensidad, de elegancia, de cadillacs. De Rock & Roll.

En un recinto ferial totalmente atestado de elipeños y de otras partes de Madrid, a las 22:30 horas exactas saltó la banda al escenario. Un escenario sencillamente decorado con algunos floripondios enredados en un micro y una camiseta de Fernando Martín en la batería. Un número '10' a la espalda que nunca olvidaremos, y menos un día como hoy, donde la historia nos espera.

El setlist fue de lo más completo. Empezando con los temas más recientes como Línea Clara, Cruzando el Paraíso y Memoria de Jóvenes Airados, algunos de los cuales ya se están empezando a convertir en himnos. Es increíble cómo, gracias a la fuerza, sinceridad y pasión del Loco te puedes llegar a sentir tan parte de las letras, de las notas. Intercaladas estas canciones con Rock And Roll Actitud y El Hombre de Negro, homenaje al grandísimo Jonnhy Cash, la primera parte del concierto estuvo genial, dejando como suele ser habitual, los grandes clásicos para después del mini-break.



La Elipa siempre ha sido uno de los barrios con más tradición de rock de Madrid, y eso, probablemente sin querer, se advertía en la emoción con la que Loquillo daba patadas al aire combinadas con pasos de claqué; con la que se desgañitaba hablando de chicas incomprensivas o que encontraron lo que no buscaban ("...un hombre con miedo a volar..."). Y quede patente la versión de Mujer fatal, de los Burning, originarios de La Elipa, y cuyo recuerdo invadió el recinto Ferial cuando Loquillo alzó las manos, sonriendo, en señal de "os recordamos; os queremos".

Llegó la traca final. Y especialmente cuando empezaron a sonar los primeros acordes de aquello parecía imposible escuchar en directo. La canción prohibida. Vetada durante algún tiempo en los directos de Loquillo por solidaridad con las feministas enfervorecidas, que no eran capaces de ver más allá de sus propios intereses, obviando, negando, despreciando una letra poderosa, tan real como la vida misma y cargada de palabras que resuenan como puñales. Sonó La mataré de nuevo. Lleva haciéndolo algún tiempo pero yo nunca la había disfrutado. Y fue sensacional.

Bajaron el telón Rock & Roll star, el Ritmo del Garaje, Feo, Fuerte y Formal y Cadillac Solitario. Canciones de gloria. Como la que alcanzaremos alrededor de las 22 horas esta noche. Sí. Sé que no debemos infravalorar al contrario. Que debemos mantener la calma. Pero no lo puedo evitar. Aún estoy de subidón.

Loco, gracias de nuevo.

15 agosto 2011

Rosendo en La semana Grande de Gijón

11 de agosto del 2011

Todos los caminos llevan a Roma, y como el Papa visita Madrid, Rosendo se volvió a cruzar en mis vacaciones en Gijón. Vaya silogismo. Digno de estudio. En fin. El caso es que La Semana Grande de Gijón, con al menos dos conciertos por día durante una semana entera, contó con el eterno incansable. Aquel que nos deleitó en Coria. El mismo que puso de manifiesto que el cansancio sobre el escenario no existe para él. Un individuo, músico, que rescata de la memoria un grupo, Leño, que sobrevive al olvido.

Nunca me había pasado tener que escribir dos crónicas sobre un mismo músico en menos de 2 meses. Y la cosa se complica más cuando se trata del mismo repertorio. De la misma banda. Del mismo espectáculo. Pero vamos a intentarlo. Por Rosendo que no quede.

Una de las diferencias con el concierto de Coria fue, además del olor a sidra allá donde se fuera, el emplazamiento del escenario. Situado en la playa artificial de poniente, aunque ligeramente alejado del centro de la ciudad, era más grande que el del pueblo extremeño. También fue genial el poder oler a mar. El mirar a un lado y ver la arena. Y el comprobar que, al igual que pasó 2 meses antes, Gijón y alrededores se volcaron con uno de los mitos de la música rock en España.




Volvieron a sonar los temas del último disco (A veces cuesta llegar al estribillo, Contigo mismo) y clásicos suyos (Masculino Singular, De que vas, Agradecido) y leñeros (el Tren, Maneras de vivir). Quizá fue el haber visto ya el espectáculo. O que el que tocara en Coria me hizo especial ilusión. Pero me dio la sensación de que el concierto de Gijón fue más frío. Faltó esa chispa que es posible que la intimidad del estadio de La Isla tuviera, por mucho que en lugar de playa hubiera un río descuidado llamado Alagón. Subjetividad al poder. Sin duda.

Este hombre sigue estando loco por incordiar. Porque sobre el escenario está de todo, menos fuera de lugar. Porque a tientas y barrancas, o para mal o para bien, Rosendo sigue tocando y creando canciones para normales y mero dementes. Y lo malo es...¡no darse cuenta!. Podríamos jugar con él, al veo, veo...mamoneo. Aunque más difícil que eso es llegar al estribillo. Porque a veces, cuesta.

Gracias de nuevo.

07 julio 2011

Foo Fighters en el Palacio de Deportes de Madrid

06 de julio del 2011

Cuando un evento crea expectactión, pueden pasar dos cosas: que no se esté a la altura, lo cual siempre es decepcionante, o que se alcancen las expectativas creadas y, por tanto, no se consiga impresionar. Mentira. Puede ocurrir un tercer caso: que la actuación sorprenda tanto por su calidad y fuerza que tus elucubraciones queden a la altura del betún.

Tras diez años sin pisar España. Tras publicar uno de los que quizá sea de los mejores discos del año de rock. Tras reventar la venta de entradas en España con un único concierto en Madrid. Todo apuntaba a que sería una noche mágica. Un reencuentro con una banda, los Foo Fighters, que podría escribir su nombre en las letras de oro del rock internacional. Una cita con una de esas formaciones que diera prestigio a la década de los 90. Y amén de no decpecionar, dieron un recital de rock en estado puro de impresión.

Para empezar la noche, Dinero y The Gaslight Anthem pusieron la chispa. Los primeros con un estilo simple, bastante pobre a mi gusto, que simplemente sirvió para comentar la jugada con el vecino y hacer la espera ligeramente más corta. Mucho ritmo de batería bastante lineal durante todas las canciones y unas letras demasiado ñoñas. Amor por aquí, desamor por allá.

Se esperaba mucho de The Gaslight Anthem, banda americana de punk rock bastante joven con temas bastante enérgicos como The 59 Sound y, al parecer, donde para ser miembro debes tener al menos un brazo 100% tatuado. Durante todo el bolo dieron muestras de cuán fan de Foo Fighters son, hostigando a las masas a corear sus nombres y aclamar sus canciones. Sabían a lo que venían y cumplieron con su cometido. Iniciaron la combustión adecuadamente.

A las 22:00 horas, y después de que por una rendija del Palacio Dave Grohl alentara al público levantando una y otra vez los brazos, salieron al escenario, que inmediatamente se convirtió en el epicentro de un terremoto que duraría casi 3 horas. El aspecto del Palacio de los Deportes era impresionante. Lleno hasta la bandera este sitio acojona, se mire donde se mire. Pero no a ellos.

La salida fue abrumadora. Bride Burning, Rope, The Pretender, My Hero, White Limo. Una descarga de adrenalina brutal. La noche pintaba bien, porque el propio Grohl sabía lo que tenía entre las manos. Una marabunta que ansiaba recuperar el tiempo perdido. Como si diez años no fueran nada. Y lo puso de manifiesto al micrófono, diciendo que nos preparáramos, que iban a desplegar todo su potencial y que sería un espectáculo de rock jamás visto.

Con una escenografía sencilla pero muy conseguida, el efecto era el mismo que el de su música. No son necesarias las florituras para hacer rock. Para transmitir rock. Y para disfrutarlo. Focos que se desplazaban en vertical y algunas pantallas discretas conformaban una puesta en escena vistosa, a la par que currada. Porque de watios iban sobrados.


Fotografías sin retoques, como el rock de Foo Fighters

Aunque no sólo de watios vive el hombre. Siguieron Arlandria, de Wasting Lights, Break out, de There is Nothing Left to Lose, Cold day in the sun, de In your Honor, Monkey Wrench, de The Colour and the Shape. Dieron un respaso cojonudo a toda su discografía. Por ahora, se iba cumpliendo la palabra de Dave Grohl. Entre canción y canción, se vio a un Dave visiblemente emocionado por la que estaba liando en Madrid. Porque no hacía mucho, dijo, se veía donde estábamos nosotros y quería darnos lo que merecíamos. Y lo siguieron haciendo. Best of You y All my Life fueron escandalosamente buenas e intensas.

Todo carisma sobre el escenario, Dave Grohl y sus chicos (no olvidemos, por favor, a sus chicos) hicieron uso de la pasarela recorriéndola 200 veces a todo trapo para contentar al personal. Incluso Chris, el guitarra, se permitió el lanzarse al público de espaldas mientras seguía tocando su instrumento.

Lo malo de todo esto es que siempre se llega al final, y tras regatear con Dave el número de canciones que tocarían en el bis (se acordaron 5, pero fueron 6), salieron al escenario para acabar de reventarnos, físicamente y sentimentalmente, diciendo que España era su casa y que sentían haber tardado tanto en volver. Con las luces del Palacio encendidas, Dave deleitó a solas con Wheels y tras el resto de temas, reventó el final con EverLong.

Lo tienen todo. Carisma. Clase. Calidad. Diversión. Fuerza. Y seguidores capaces de recorrerse media España para verles durante 3 horas. Porque lo suyo es el rock. Sin ordenadores, Sin retoques. Así de simple, como proclamaba Grohl desde el escenario.

La paliza bien mereció la pena, a pesar de ser miércoles. De volver al mundo de los mortales al día siguiente con heridas de guerra. Sin duda, un concierto donde decir "Yo estuve allí" debe ser motivo de agradecimiento.

27 junio 2011

Rosendo en La Isla

25 de junio del 2011

La evolución es importante. Siempre me ha sorprendido sobremanera toda esa gente que se ancla en un estilo. Léase: heavy, punk, rock, blues, pop, gótico, psicodélico. Da igual del palo que sea. El cambio es algo intrínseco al ser humano y es imposible que, de una manera u otra, no nos afecte. Pero igual de importante es mantener las señas de identidad. Lo que te hace ser lo que eres. No renunciar nunca a lo que has sido. Y, como dice un señor de Carabanchel, "para cuando se te asome al pelo el gris, más te vale que te sientas bien de ti". Y qué mejor que ser fiel a uno mismo para conseguirlo. En eso, Rosendo es único.

El concierto, al menos en mi entorno, creó gran expectación. De hecho, en internet he notado bastante movimiento y eso me ha alegrado. Primero porque en mucho tiempo Coria ha puesto esfuerzos en algo más que en animales con cuernos. En segundo lugar, por ver que "pagar" no se ha convertido, como norma general, en "no voy".

Con un calor de justicia, me agradó el campo de fútbol de La Isla. Ya pensaba yo en aquel patatal que era lustros atrás, cuando algún domingo que otro iba a ver el fútbol. Mis orificios nasales estaban preparados para tragar polvo y mis ojos para ver entre la nieblina, no ácida, pero igual de perjudicial para la salud. Sin embargo, al ver el césped y lo bien que se estaba sobre él, mi cuerpo respiró tranquilo.

No llegué con suficiente antelación como para ver a Fauna Ibérica, quizás la banda local más conocida en el panorama musical. Me hubiera gustado ver cómo les ha sentado el tiempo, porque hace bastante que no les veo. La gente estaba muy animada, así que entiendo que cumplieron su objetivo. No es fácil ser telonero de Rosendo. Aunque a la vez imagino que debe ser todo un lujo. Suerte gente.

Con extrema puntualidad, Rosendo hizo aparición en escena, dando tiempo entre concierto a concierto a que la gente llenara el buche. Como era de esperar, Rosendo empezó repasando los últimos temas de "A veces cuesta llegar al estribillo". Y sí. Estábamos allí por los clásicos de Leño y del propio Rosendo, pero el concierto también sirvió para descubrir algunos temas más que interesantes de lo nuevo de Rosendo, como Amaina Tempestad o Tú qué...yo qué, que guardan su esencia y demuestran que sigue teniendo cosas que decir.



Entre medias se coló alguno de los clásicos y alguna sorpresa. De que vas fue el clásico y El alma se colma, tema reggae compuesto por su hijo Rodrigo, la sorpresa, y que sirvió para diversificar un poco el estilo del concierto. Muy conveniente. Estas canciones fueron las antecedentes a lo que sería una traca de órdago, una última media hora espectacular donde todo se nos vino encima. Flojos de Pantalón, El Ganador, Pan de Higo, Masculino Singular, Agradecido. Así, todo del tirón. Y El tren, temazo de Leño que volvió a escena y que es tremendo.

Un primer bis con Maneras de vivir y Navegando, y un segundo con Borrachuzo terminó con dos horas de concierto donde los miles de asistentes (millones si contamos los mosquitos que Rosendo tuvo que soportar durante todo el concierto) se volcaron en una ciudad, Coria, donde siempre tendría que haber cabida para espectáculos así.

Y no me quejo sólo de vicio. Otros por menos han muerto. Siempre hay plazas vacantes. Sí, lo habéis adivinado. Son maneras de vivir. Una manera sencilla: si controlas tu viaje serás feliz. Es así de fácil.

No me pises que llevo Chanclas en El Rollo

24 de junio de 2011

Noche de San Juan. Uno puede pensar en muchas formas de pasarla. Saltando una hoguera. O alejándose de ella (joder, qué calor). Tomando una copa. O un zumo (qué asco de resaca siempre). Durmiendo. O saliendo hasta el amanecer (siempre desperdiciando el tiempo). Flirteando con una chica. O con los amigos (calabazas, calabazas...out!). Haciéndote un canuto. O quizá mejor un cigarrito de vapor de agua (hay que ver lo mal que me sientan las drogas).

Da igual. Hagas lo que hagas; opines lo que opines; fumes lo que fumes. No me pises que llevo chanclas es el grupo perfecto para todo eso. Sus letras, todo lo abarcan. Todo lo ironizan. A todos gustan. Y seguramente, todo fuman.

En la maltrecha Plaza del Rollo de Coria, único sitio disponible para, a la vez, dar un concierto gratis y surtir a los bares de la plaza de suficiente clientela como para satisfacer sus necesidades, los chanclas hicieron gala de su humor y su descaro ante el que sea uno de los públicos más difíciles de todos: el que asiste al evento porque es gratis. No porque haya el más mínimo interés.

Aún así, tuvieron los santos huevos de hacer que más de uno saltara al ritmo del Canario, de Mi torero tiene gafas y de Y tú de quién eres. Con una camisa de puntos de colores (lo que vienen a ser lunares) y una banda disfrazada para la ocasión (el vestuario cambiaba según la temática de la canción, al más puro estilo chirigota gaditana), no sé el público, pero ellos se divirtieron a más no poder.


A lo largo del concierto, de alrededor de hora y media, Los chanclas dejaron caer aquello de, palabras textuales: "Sí...si zabemo que habéi venío a escuschá el bolillón, pero zi lo cantamo ahora, sos vais y nos dejai aquí zolos". Así que se hicieron de rogar hasta que al final no pudieron calmar las ansias de la masa (unos pocos cientos de personas) y se lanzaron: El bolillón.

No serán los que mejor tocan. Los que más se curran los ritmos. Ni siquiera los que más cuidan el sonido. Pero es innegable lo que divierten. Lo que animan. Porque al final, cumplieron su objetivo, que lo dejaron bien claro desde el principio. Que, por un rato, nos olvidáramos de todo eso que sale en los telediarios. Porque aquello del Agropop siempre funciona.

De Sevilla Capitaaaaaaaaal. Uno. Dos. Y tres.

24 junio 2011

Dredg en la sala Heineken

23 de junio del 2011

Aún recuerdo la primera vez que escuché a Dredg. Fue allá por el 2005, cuando editaron Catch Without Arms (CWA). Me pilló en una época en la que pensaba que casi todo estaba inventado. Que sería difícil encontrar nuevos grupos que merecieran la pena. Uno de esos periodos en los que caemos en el hastío y en la desidia musical. Siempre escuchando a los Rolling, a Cash, a Zappa o a algún otro mito; maldeciéndonos por no haber vivido su época de gloria y de rock sin control.

Desde el momento en el que pulsé el play del CWA, Dredg me hizo darme cuenta de lo equivocado que estaba. De lo mucho que me quedaba por oír y disfrutar y me trajo de nuevo al mundo de los vivos. A devolver mi interés por la novedad y dar oportunidades a grupos que llegaban a mí en forma de Cd, de link o de oidas. De ahí que aunque el último disco (Chuckles and Mr. Squeezy) no es como para tirar cohetes, fue la excusa perfecta para que pudiera verles en directo de una vez por todas, ya que no son muy dados a pasar por la capital durante sus giras.

Y siguiendo con novedades y aquello de desenmarañar la mente para escuchar nuevos grupos, Tenpel fue un más que digno telonero, caldeando el ambiente con su fuerza sobre el escenario. Escuchándolos a través de su MySpace, muy recomendable, pierden energía si se compara con lo que demostraron sobre el escenario. La música patria deja patente, otra vez, no tiene nada que envidiar a muchos de los que vienen de fuera.

Dredg dejó sobre la antigua Arena un repertorio bastante diverso, metiendo temas antiguos y pocos del nuevo disco. Lo cual fue de agradecer, sinceramente. Con dudas en el sonido (tuvieron algunos problemas durante todo el concierto), antes de que nos diéramos cuenta ya estaban cantando Bug Eyes, así, como el que no quiere la cosa. La slide guitar de Hayes empezó a sacar humo y Engles, el guitarrista, a derretir sus cuerdas con riffs electrizantes y llenos de rabia. Ode to the Sun, Planting Seeds y Hung Over on a Tuesday completaron los temas elegidos del CWA.



El Cielo y Pariah tuvieron su protagonismo, con Of the Room y Pariah, además de Information, que trajo un poco de calma y de relax a la sala. Y mencionando la palabra protagonismo, imposible dejar pasar por alto tanto al batería, un animal de bellota que debió romper cerca de una docena de baquetas, como al bajista-teclista, que a pesar de su pinta de persona indefensa, está a la altura del resto de componentes del grupo. Pero con creces.

En una sala heineken a tres cuartos de aforo (inicialmente el concierto iba a ser en la Sala Caracol, pero pronto se les quedó pequeña), Dredg cerró con Down To the Cellar, de una manera estrambótica y sosa. Nada más terminar, se fueron del escenario destrozando guitarras, lanzándola contra la batería y dando patadas a diestro y siniestro. Por cómo dejaron el percal, estaba claro que no habría bis, porque los pipas tendrían que haber montado de nuevo todo el tinglado.

Espectáculo completo. Que me trajo muchos recuerdos agradables de aquella sensación de volver a disfrutar de la música, hace ya tiempo. Y que más allá de adormecer (había que tener cuidado con la lluvia de baquetas), entretuvo al respetable a lo largo de la hora y media.

Moraleja: todo merece una oportunidad. Bueno, casi.

18 junio 2011

Living Meki en la Sala Orange

17 de Junio del 2011

La música, al igual que cualquier otra arma cultural de destrucción masiva, se puede utilizar para hacer el mal o hacer el bien. Se convierte en malvado cuando, más allá del estilo musical, provoca fanatismo hasta límites que nunca se deben pasar. Sin embargo, actos como el de anoche dejan patente que lo normal es que la música sea un medio perfecto para aglutinar a personas bajo una causa común. Una causa buena, claro está.

Meki es una ciudad de Etiopía donde, desde hace algunos años, una pequeña organización no gubernamental dedica esfuerzos y recursos para la construcción de escuelas y otros servicios que hacen que los niños tengan una vida, digamos, más acorde a lo que merecen. Al tratarse de un organismo pequeño, entiendo que la gestión y la facilidad para hacer llegar los fondos que se recauden se hace más fácil y de forma más efectiva.

En el antiguo Chesterfield (aquel sitio donde nunca me permitieron la entrada, en las dos veces que lo intenté), la convertida Sala Orange acogía el festival Living Meki, donde Joe Eceiza, Garaje Jack y Los Madison ponían la música y un 30% de la recaudación de la venta de su merchandising, y el resto aportaba sus entradas y consumiciones a servicio del pueblo Etíope.

Siendo la esencia de Le Punk, Joe Eceiza en solitario no podía sonar a otra cosa. Quizá demasiado melancólico, potenciado por el sonido acústico, las melodías rockeras sucias de ciudad con su voz desgarrada inundaron la sala Orange, impregnándola de lluvia y ambiente nublado. También hubo hueco para algún ritmo divertido y más dinámico que animó a los presentes. Con un ukelele, Joe (permitidme que le tutée) puso punto final a una actuación de algo más de media hora que creo fue lo mejor de la noche.




Garaje Jack demostró que en la música también pasan cosas raras. Como por ejemplo, que la cantante, con esa voz tan potente y esa energía sobre el escenario se deje llevar por los ritmos simplones del grupo, de ese estilo musical que haciéndose pasar por rock por tener guitarras de colores y 'looks' asalvajados con melenas, tatuajes y barbas desaliñadas, no es más que pop-rock deslucido que aporta poco. Son melodías que no llegan. Que sirve para que cierta gente se anime, pero que bajo mi punto de vista, las sobreactuaciones de mover los mástires de las guitarras arriba y abajo de manera descontrolada no son más que poses. Una cantante con potencial que podría tener un estilo propio.

Me dejó tan mal sabor de boca que, a pesar de la buena causa que envolvía el ambiente de la sala, de Los Madison, al ver que todo transcurría por los mismos derroteros, sólo presencié unas 5 ó 6 canciones. Con estilo más indie, no llegaron tampoco a engancharme.

Lo importante esa noche no era la música, sino la causa. Una lucha por la que un pequeño reducto de personas demuestran que siempre es posible poner un granito de arena y hacer de este mundo un lugar mejor. Un poquito mejor, que no es poco, y a la vez, suficiente.

A pesar de todo, una velada agradable por la compañía y por pensar que, por una vez, como se manifestó desde el escenario, la compra de alcohol estaba más que justificada. Si es que, se mire como se mire, la cerveza siempre da más alegrías que penas.

12 junio 2011

Rainbow in the Black en La Sala Caracol

11 de junio de 2011

El heavy metal se puede definir con muchos calificativos. Épico. Intenso. Pasional. Potente. Fogoso. Pb, As y Hg. Sea cual sea el que se ajuste más al de la Wikipedia, está claro que Ronnie James Dio está presente en todas ellas. Es (era) de esos personajes que por historia nunca podrán ser olvidados, incluso para gente como yo, que sin llegar al culturismo heavy medio de los metaleros, sabemos apreciar las cosas buenas. Es de bien nacidos estar agradecidos.

Allá por Julio del año pasado, se esperaba a Dio en el Sonisphere de Getafe con su banda Heaven and Hell, pero pocos meses antes se anunciaba su muerte, dejando el cartel con un negro luto más que considerable. Otro mito del que no poder disfrutar desde el patio de butacas.

Esto antes podía ser un impedimento. Sin embargo, desde que se pusieron de moda los grupos tributo, salvando las distancias, no resulta tan difícil estar a pie de escenario imaginando que sobre él se mueve arriba y abajo, a izquierda y derecha, al centro y pa' dentro, el gran Dio con sus devil horns y su pelazo italo-americano.

Rainbow in the black (RIB) se encargó de hacer un tributo más que digno y merecido al maestro Dio, que sentó cátedra en eso de cantar y de sentir el heavy metal. Con Gabriel Boente a la cabeza (ex-cantante de Saratoga), y una sala Caracol con tres cuartos de entrada, RIB se apoderó del escenario pocos minutos pasados de las 21:30 con We Rock. Toda una declaración de intenciones.

Con una caracterización no demasiado conseguida desde el punto de vista estético, costó olvidarse de que Dio no estaba allí. Obviamente, su sombra es muy alargada, y no es tarea fácil. Pero poco a poco, a base de una voz parecida, capaz de controlar perfectamente los altos y los bajos, los tonos cortos y los largos, de dar intensidad donde había que ponerla y de llevar el ritmo de la canción allí donde interesaba, Dio empezó a hacer acto de presencia en La Sala Caracol.



A pesar de mi falta de heavismo brutal, fui capaz de identificar bastantes canciones, porque, al fin y al cabo, de una forma u otra, si te mueves en el mundo del rock es difícil no haber escuchado nunca himnos como la ya mencionada We Rock, Long live Rock 'n' Roll, Holy Diver, Heaven or Hell y, por supuesto, Rainbow in the dark.

Hacía también tiempo que no veía tantas guitarras en el aire durante un concierto, y es que era para lanzarse al ruedo, porque si no es fácil salir airoso de una comparación con Dio, tampoco es trivial osar agasajar a Ritchie Blackmore tocando sus temas, sus acordes, sus trastes, sus cuerdas. Y al igual que Dio, Blackmore debe estar contento de que haya gente como Javier Castro que deje en tan alto pedestal el legado del guitarrista purple.

Se escucharon temas de las etapas de Dio en solitario, con Rainbow y con Black Sabbath. Sigo echando de menos 'locuras' en este tipo de conciertos. No sé si es la influencia Muchachada Nui con sus Celebrities. No sé si es el poder de la industria de la golosina o la publicidad a Unicef. Pero los artistas podrían ser más transgresivos. Me hubiera encantado, por ejemplo, que se hubieran plantado en el escenario un saxofonista y un contrabajista y hubieran tocado una canción de la época inicial de Dio, incluso antes de su primera canción heavy, donde se dedicada al rhythm and blues, cuando aún no era Dio. Porque aquello seguro sirvió para convertirle en lo que fue.

Era mi primera vez en La Sala Caracol, y el sabor de boca no pudo ser mejor (no sólo por la música, sino que la cerveza estaba de rechupete). Se manifestó en mí un sentimiento negro que tuve en algún momento. Aunque también me di cuenta de que dos horas de heavy metal son suficientes para mis oidos. Digerir estridencia ya no entra en mis planes. Lo que no quitó que volviera a disfrutar de uno de los que quizá sea de los estilos musicales que mayor halo de misterio y de sentimiento que existen en la música.

Dio, allá donde fueras, este humilde seguidor cree que anoche se hizo un merecido homenaje al primer aniversario de tu muerte. Y RIB estuvo a la altura de tan ambicioso reto. Fue, como muchos estáis pensando, Like a Rainbow in the Dark.


06 junio 2011

System of a Down en Rock and Ring

05/06/2011

Que no. Que no. Que no estuve en Nürburg. Sin embargo, la noticia de que System of a Down había vuelto y que se retransmitía en directo el concierto desde la web Stream4U me llevó directamente a sentarme delante del ordenador con una cerveza y dejarme llevar.

¿Se notarían decaidos? ¿Les habría pasado factura, a Serj y a Daron, sus periplos en solitario, melódicos, con folk oriental? ¿Cómo seguirían sus voces, sus riffs, después de algunos años en el baúl? ¿Empolvados? ¿Agrietados? ¿Quizá sonaría a "estoy aquí por necesidad"?

A las 22:30 horas, puntualidad alemana, y con la web yendo a tirones durante los primeros minutos, SOAD apareció en el escenario. Con carteles de Welcome Back, una de las bandas más influyentes de los últimos tiempos y por las que uno estaría orgulloso de haber nacido en los 90, inició su torrente personal con Prison Song.

Como si hubieran estado encerrados en una celda durante 4 años, en barbecho. A la espera de volverse a encontrar consigo mismos y darse cuenta de lo que representan. Se les veía bien. Quizá Daron era el más cambiado, con un look más parecido al Arrebato o al Barrio que al guitarrista misterioso y oscuro que llegó a ser. Sin embargo, el sombrero no consiguió nublarle la mente y, más allá de perder cualidades, demostró que tiene una voz y una fuerza con la guitarra fuera de lo normal. Una mezcla de obscenidad, de rabia, de amor-odio que estalló sobre la alfombra mojada (no veáis la que debió caer) del escenario.

Serj sigue conservando su esencia. Una voz espectacular, con una variedad de registros que intimida. Un grito. Un Do mayor séptima. Otro grito. Un graznido. Y ahora un Re. Porque yo lo valgo.

Lo de Shavo y John también es de mérito. Mantenerse tanto tiempo al margen, siendo tan buenos como son, es para reconocérselo. Sin cambios de vestuario ni de look tan impactantes como el de Malakian, se mantuvieron increíbles durante el concierto. Dando muestras de que merecen estar en el grupo. Que dan valor añadido.

El repertorio fue espectacular. Querían resolver de un tirón todas las posibles preguntas que surgieran alrededor suya y durante la hora y media de concierto llegaron a la friolera de 26 canciones de setlist. Y aun así hubo tiempo para agradecimientos. Porque somos su fucking love. Y porque Daron se empeñó en que todos nos volviéramos locos. Ya fuera en cuerpo. O en espíritu. Porque el nosequé llegaba igual. A los que estuvimos en 2005 viéndoles mientras coches ardían y barras eran asaltadas por el público enajenado con más que motivos, esta videoconferencia ha supuesto un renacer.

Deer Dance, Suggestions, Hypnotize, Psycho, Chop Suey, Lonely Day, Kill Rock 'n Roll, Aerials, Suit pee, Toxicity, Sugar. Quién puede dar más en el metal. Claro que faltaron. Pero no sobraron. Un despliegue de ganas asombroso. Tenían motivos. Estaban de vuelta. Están de vuelta.

Sólo queda que, más temprano que tarde, vuelvan a desquitarse en los estudios. Sacando algo, como suele ser habitual, que merezca la pena ser degustado. Que aproveche.

21 mayo 2011

DinoZaurios en el Centro Cultural de La Elipa

20/05/2011

Las cosas se pueden decir de muchas maneras. A la tuya. A la mía. A la de la puta calle. Cada una de ellas original. Y es posible que, aun diciendo lo mismo, se transmitan diferentes cosas, porque cada uno acentuamos aquello que nos parece más importante. Que nos merece más intensidad.

Así es DinoZaurios. Una forma diferente de hacer música. Canciones de rock, heavy, pop-rock, psicodelia con un trombón, un contrabajo, una batería, y dos tipos de saxo. Sí. Sin guitarra. Himnos de siempre que no voy a desgranar, ni a valorar. Ni siquiera a mencionar.

Os propongo un juego. Una alternativa de crónica, en la que vosotros sois los que comentáis. Los que adivináis y expresáis lo que queráis sobre cada una de estas apoteósicas composiciones (mierda, se me escapó un adjetivo). Porque, ahí va una pista, esto va de fósiles. De desenterrarlos y de darles una nueva forma. No un nuevo fondo. El juego consiste en ver todo desde otro punto de vista. Desde un cristal de diferente color. La esencia se mantiene. ¿Quién es capaz de descubrir qué canción se esconde tras cada uno de los siguientes arreglos de DinoZaurios? Escucha, averigua y opina.

Tema 1: Temazo. Poco habitual en los directos, pero una de las joyas de uno de los grupos por los que uno bien podría cambiarse de religión.


Tema 2: Una oda a un elemento cotidiano que sólo Zappa sería capaz de plasmar en forma de música. ¿Os atrevéis?


Tema 3: Una de heavies. Un clásico americano del mundo del rock duro. Seguro que hubiera disfrutado viendo lo que escuchamos nosotros.



Tema 4: Quizá la más sencilla de todas. Y la última. Pero no por ello la menos brillante. Sobran las pistas.

Además de las versiones, hubo temas geniales, como The Eternal Time, composición original del grupo. Melodía melancólica, emocionante, íntima y potente que sirvió para demostrar que no sólo del fósiles vive la banda. También llevan su originalidad al pentagrama.

Siempre hay una forma original de hacer las cosas. Aunque nunca sepamos cuál es la mejor. O la correcta. Aun así, divirtámonos buscándola e improvisando.



TIP: Os dejo, a petición popular, otro acertijo; clásico apelmazado por la edad. Adivinanza 5. Que ustedes la disfruten. Y la comenten.

16 mayo 2011

WOMAD 2011

12-15 Mayo 2011

Hasta dónde hemos llegao. El WOMAD (World Of Music, Arts and Dance) sigue aquí, y esta vez, con la excusa de los 20 años, y a pesar de contar con una reducción de presupuesto, ha vuelto a desmostrar que sigue siendo toda una ventana de Cáceres, de las músicas del mundo y de los extremeños al resto del mundo. Que sí. Que merece la pena conservarlo. Aunque sea con un escenario menos. Que se ha convertido en una de las señas de identidad que nos deberían hacer sentir algo bueno. Y hay que mantenerlo.

Tras un viaje más que anecdótico (mitad dinosaúrico mitad black), Cáceres recibió a los visitantes del tren de las 19:30 horas con lluvia. Desde lejos quedaba una estampa preciosa, arco multicolor incluido. Pero la descarga de agua fue acojonante. Eso sí, la experiencia del año pasado hizo recordar que un impermeable nunca está de más. Sin embargo, y a pesar de que la gente (no todos) aguantó a que cesara el vendaval, Cánovas siempre recibe como uno se merece. A medida que se aproximaba la avenida, un tumulto de tambores, cajas, bombos y panderetas alborotaban a la multitud que se agolpaba en los puestos de hippies. Venían a decir algo así como: "Bienveníos, ehsto é lo que os aguarda de aquí en alante".

Llegar el viernes tarde, y más teniendo en cuenta la supresión del escenario de las Veletas, hace que el número de grupos que se puedan ver sea menor. Por ello, tras una breve incursión en la habitación que iba a servir de cobijo, y una degustación al más puro estilo alemán (buena noticia que los precios de las Comidas del Mundo no suban de un año a otro), la Plaza de San Jorge se abrió con BigotT.

Zaragozano de Zaragoza, este hombre con bigote dejó una muy buena impresión. Una mezcla de folk y rock en inglés muy propia de la intimidad que añade la Plaza de San Jorge. Buena acústica y divertidos bailes que, a pesar del aspecto desaliñado, sirvió de fórmula perfecta para entrar en la dinámica del festival. Primer concierto, primera sorpresa agradable. Como ejemplo, aquí tenéis She is my man.

Justo después, sin anuncios para dejar ir al retrete, en la plaza Mayor tocó La Orchestre National de Barbés. Orquesta de origen francés pero con estilo de África del Norte, Argelia, Marruecos con algo de mezcla folk. Quizás porque la acústica en la Plaza Mayor no es igual que en San Jorge, no transmitieron lo que se esperaba. Y más si se comparan con los geniales Speed Caravan, que participaron en el WOMAD del año anterior.

El encanto del WOMAD no sólo reside en la gente. En los grupos. En la comida y bebida (los madrileños, encantados con los precios, aunque les cueste asimilar aquello de "maceta"). Sino en la improvisación. Ese desparpajo que, a pesar de haber actuaciones programadas en los escenarios, te limites a comprar bebida, comida y sentarte en cualquier sitio a tener una conversación agradable rodeada de una batucada, de una performance con fuego, de algún truco de magia o, por qué no, a relajarse en el suelo empedrado mirando la luz tenue de edificios medievales. Y así transcurrió el viernes.



El sábado amaneció tranquilo y, como es habitual, con un casco antiguo impoluto. Olé de nuevo por los servicios de limpieza, que merecen todo el reconocimiento del mundo. Como si allí no hubiera pasado nada el día anterior.

Enlace
Como enamorado de los talleres vespertinos, nos esperaba Dobet Gnahoré con la mesa puesta, preparada para enseñarnos un plato típico marfileño y, de paso, al más puro estilo Arguiñano, echarse unos cantes también tradicionales con la compañía de su marido a la guitarra. De menú: bacalao harinao con patatas y banana (bacalao a loko, o algo similar). Increíble su voz. Porque a pesar de las tristezas cantadas, la alegría que emanaba de su cuerpo acojonaba.

Tras un breve refrigerio, les tocaba a los galeses 9 Bach. Un matrimonio, dos hermanos y dos grandes amigos forman este grupo de folk galés que pretenden darle una vuelta a la tradición sin olvidarse de la esencia de la misma, manteniendo melodías y letras pero con arpa e instrumentos de origen indio. Además de una explicación detallada de toda su historia y unas princesas sobre el escenario, dejaron una impresión buenísima, tanto por simpatía como por música (todo esto a pesar de que nos trajeron un chaparrón de sus tierras nada más empezar). Un espontáneo con capa y en trance hizo también más amena la actuación bajo la lluvia a los componentes del grupo...Grande.



Y es que el WOMAD, incluso si vienen grupos como el Viaje de Rose, que para mí no encajan demasiado con lo que es el festival, hace que esas actuaciones fuera de lugar tengan anécdotas y uno disfrute haciendo el payaso y dejándose llevar. Mami qué será lo que tiene.

No podía faltar la alegría africana, esta vez de la mano de Takeifa. Cinco hermanos (eso dicen) que, como raza superior que son los morenitos, tienen un don para aquello de los ritmos. Un concierto genial, divertido, escandalosamente amable, con las banderas del WOMAD y las cigüeñas revoloteando. La ostia.

Tras un pequeño descanso con revuelto de patatas (lo mismo que comí, pero arrejuntao), y observar cómo Dobet se dejaba la piel en el escenario principal del festival, faltaba en el WOMAD el nombre. Y ese no podía ser otro que Kiko Veneno. Un señor. Una figura viviente que se veía a lo lejos disfrutar con su rumba. Con su canción. Porque como él dice, hay cosas que no cuestan dinero. Porque es inspiración. De los que ya no quedan. Se fue volando del festival. Genio y figura.

Tras más conciertos inesperados (especialmente emotivo cuando vi, el día de clausura, al mismo gitano que el año anterior maravillándome con su guitarra y su voz...que aparezca en el programa, por dios), se cerró el WOMAD con el pasacalles. Más colorido que nunca. Y más divertido. Y más participativo. Este festival engancha, y se nota año a año.

Que 20 años no son nada. Ya lo decía Carlos Gardel. Que no son nada si llevan tras de sí mestizaje. Fusión. Música. Buen ambiente. Comida. Niños. Padres. Abuelos. Color. Que te busca y te nombra. Vivir...con el alma aferrada a un dulce recuerdo. Cáceres. WOMAD.


08 mayo 2011

The Gift en el Teatro Circo Price

07/05/2011

Tenía gran curiosidad por escuchar en directo el último disco de The Gift. Explode tiende más a continuar la senda de Fácil de Entender (con un mensaje colorido, tanto en letra como en música; y qué decir de su portada) que a devolver al grupo a sus raíces (aquellos geniales Digital Atmosphere, Film y AM/FM que tanto me sorprendieron y encandilaron). Pero aun así, el disco tiene himnos que daban la impresión de poder ser bastante potentes en directo con Sonia, Nuno y el resto de la banda.

Con una presencia de público que apenas llenaba el 75% del Circo Price, el sitio viene siendo el escenario estándar por el que los componentes del grupo se decantan para dar sus conciertos en Madrid. Ya lo hicieron en el teatro Joy, y en el del Círculo de Bellas Artes algunos años antes. No sólo la acústica suele funcionar (no olvidemos que Nuno es un fanático de los arreglos), sino que además, con aforo limitado, todo se vuelve más íntimo y facilita el esfuerzo que hace Sonia por involucrar al público en lo que dice, en lo que canta, en lo que gesticula.

El concierto empezó bastante frío. Pese al look estrafalario al que Sonia nos tiene aconstumbrados. Pese a que el escenario estaba lleno de teclados (hasta tres diferentes), músicos invitados y otros artefactos. Pese a la gran presencia de homosexuales que, quieras que no, siempre se hacen notar con sus bailes, grititos, etc. Pese a todo, las canciones iniciales no calentaron el ambiente. Los cortes iniciales del nuevo disco, RGB y My sun no tuvieron el efecto que yo esperaba.

Además, parecía que estuvieran obsesionados con darle al escenario la misma densidad de color que han puesto en la portada de Explode, porque entre azules, rojos, amarillos, verdes, etc. era imposible enfocar a ninguno de los miembros (especialmente a Sonia, que siempre da gusto quedarse un rato anodadado con ella).

Pronto empezaron a intercalar canciones antiguas como 11.33 o Music, pero ninguna de ellas daba exactamente con lo que necesitaba el concierto para despertarnos a todos y meternos de lleno en dinámica. Dinámica en la que, por cierto, podían meterse sordomudos, ya que durante toda la gira les acompañan traductores que van haciendo gestos para traducir las letras en el momento. Un gran detalle.

Con Driving you slow empezó a cambiar la cosa. No sólo lo notamos nosotros, sino que Sonia empezó a estar más activa. Nuno dejaba los teclados para acompañar las voces saltando por el escenario y, en general, el público se subió al carro del concierto. Siguieron Race is Long (de las más movidas de Explode) y la divertidísima 645 antes del primer descanso.




The Singles sea quizá una de las mejores composiciones del último disco. No sólo por letra y ritmos, sino por variación de registros dentro de la misma canción. Quizá demasiado alejada de cualquier otra cosa echa por The Gift, como la propia Sonia rezaba por el micrófono. Me pareció desde mi posición que fue una de las más aclamadas de Explode.

La cosa se veía que llegaba a su fin. Y yo seguía echando en falta un So free o un Front of, temas de electrónica con toques oscuros que en conciertos anteriores habían sacado lo mejor de Nuno y de Sonia. En lugar de esos temas, se lanzaron con In repeat, que es realmente buena. Muy al estilo de lo que le hacía falta al concierto, aunque insuficiente. Me quedé con ganas de más derroche.

Para cerrar la actuación, toda la banda se fue al patio de butacas, nos hicieron sentarnos alrededor suyo y, en acústico perfecto, se despidieron con Aquatica. Como siempre, cercanos a su público, emocionado de ver que las barreras entre ellos desaparecían.

En general, la segunda parte del concierto estuvo muy bien, aunque añoré su tendencia más electrónica, más oscura, más abrumadora. Que la tienen. Vamos si la tienen.


31 marzo 2011

Roger Waters: The Wall en el Palacio de los Deportes

26/03/2011

Se antojaba épico. Probablemente por ser un concierto con el que hace pocos años la gente no contaba con ver. Los fans de Pink Floyd no tenían otra por aquel entonces que hacer colas para ver a los Pink Tones, echarle imaginación, y pensar que volvían a los años 60, 70 u 80 y disfrutaban de los auténticos. Y el muro se vino abajo cuando se supo que Roger Waters, bajista, letrista, vocalista y fundador de la psicodélica banda, giraba por todo el mundo con el espectáculo de The Wall.

Con dos conciertos masivos en el Palacio de los Deportes, cuya acústica demostró que está hecho para las grandes ocasiones del panorama musical, los que acudimos a ver The Wall fuimos testigos de una ópera. De un teatro musical, con marionetas incluidas. De una historia basada en hechos reales y llena de mensajes, de imágenes, de música. Con un guión definido, siguiendo en gran medida la línea de la película del grupo.

El primer acto del concierto se centró en todo aquello que pone ladrillos en el muro. Educación, egoismo, miedo, pesadillas...Un mundo gobernado por la anarquía que no hace más que encerrarnos. Que nos provoca malestar y nos lleva a un acantilado sin fondo. La sensanción de construcción del muro con cada uno de estos sentimientos fue acojonante. Con una banda y escenografía que rozó la perfección. Con niños desbocados arremetiendo contra el profesor. Con un comienzo de concierto lleno de fuegos artificiales, de llamas, de banderas y trajes militares.

Las volúmenes 1, 2 y 3 de Another brick un the wall, The happiest days of our lives y Goodbye blue Sky entre otros fijaron la esencia de esta primera parte del concierto. También hubo tiempo para el descanso y la calma con uno mismo, con Mother, reflexionando con mamá sobre la necesidad de crear o no un muro.

Como buena obra de tetro, Roger Waters y su banda (qué banda), nos deleitaron con un intermedio. Y digo deleitaron, porque fueron 10-15 minutos muy emotivos en los que, con el muro totalmente construido, la pared de cartón se llenó de fotos de caídos en la guerra. Iraníes, americanos, españoles, alemanes, italianos, sudamericanos, africanos...gentes de todas las razas, etnias y pueblos del mundo que, ayer u hoy, lucharon por intentar derribar muros allá donde se los encontraron.



El segundo acto, a pesar de la sensanción de que el Big brother is watching you, empezó con el mensaje positivo y de esperanza de Hey you, porque tarde o temprano sabíamos que tiraríamos el muro entre las miles de personas allí presentes. Eso sí, no fue tarea fácil. Imágenes psicodélicas, escalofriantes e incluso desagradables llenaban el muro de pesadumbre que daba miedo tocar. Sin embargo, con Vera y Bring the boys back home, se devuelve un aire de luz, haciendo ver que hay gente feliz en este mundo, y que con el cariño de los suyos se puede vencer cualquier cosa.

El muro iba cayendo poco a poco, gracias sobre todo al solo de guitarra de Comfortably Numb, que fue escandaloso. Subido en lo más alto del muro, Snowy White (su nombre merece estar aquí escrito) estuvo acojonante. Con tintes quizás más jevis que la versión original (a mí me gustó más así), destrozó la mitad de los muros que tuviéramos a la entrada al Palacio de los Deportes. Maravilloso.

Al final, como con la burbuja inmobiliaria, no quedó un ladrillo en pie. Con Outside the Wall, una mujer quitándose los auriculares de lo que parecía un Ipod y una niña levantando los brazos en señal de victoria, los artistas salieron a saludar y se fueron yendo uno a uno ovacionados como se merecían.

Todo esto fue lo que Roger Waters, su banda, y la mente de todo este espectáculo (colaborador de U2, de hecho, en muchos momentos, el avasallo de imágenes capitalistas y frases antisistema me recordó a la gira ZOO TV) fueron capaces de transmitir en más de dos horas y cuarto. Un ejemplo de unir música, guión, vestuario, luces, mensajes en un mismo recinto y no morir en el intento. Gracias por recordarnos que día a día, un ladrillo se nos intenta echar encima. El sábado, muchos huyeron asustados de ver de lo que éramos capaces.

19 enero 2011

Letz Zep en la Sala Heineken

18/01/2011

Duele reconocer ciertas cosas. Se les puede dar todas las vueltas que uno quiera. Intentar buscar soluciones. Formas de evitar lo inevitable. Pero eso mismo hubieran querido Plant, Page y Jones con respecto a la muerte de Bohman. Que su vómito no le hubiera reservado una mala jugada. Por ese exceso de alcohol, Led Zeppelin se disgregó. Y yo con estos pelos.

Una vez asimilado, Letz Zep se presentó en Madrid. Y no quería perder la oportunidad de, según se comentaba, cerrar los ojos y verme en los años 70 en la tercera fila de un concierto de los auténticos Led Zeppelin. Me daba escalofríos sólo de pensarlo. Pero supongo que a ellos les debe pasar a menudo. No debe ser fácil intentar imitar a una las bandas más grandes jamás conocidas. Y tampoco ver cómo la gente te aclama por canciones y por riffs de otros. Letz Zep también debe asimilar otras cuestiones. Como esa.

La expectación era tremenda. Viejas y jóvenes glorias con camisetas llenas de frases, imágenes, conciertos que recordaban a la banda tributada. El Zeppelin volvía a coger altura. Y esta vez no había peligro de pincharse por el humo del tabaco.

Con 20 minutos de retraso con respecto a la hora prevista, saltaron al escenario. Vestimenta totalmente ambientada en los años setenta. Chaquetas estampadas y abiertas al medio. Pantalones acampanados. Cinturones de hebilla anchísima. Melenas larguísimas excelentemente cuidadas y un desparpajo asombroso. La cosa pintaba bien.



Y para qué andarse con tonterías. Todos sabíamos a lo que habíamos ido allí. A escuchar canciones de Led Zeppelin. Heartbreaker, Rock and Roll, Kashmir, No quarter...el concierto estaba siendo un auténtico desfase. Nunca había visto tantas guitarras imaginarias entre el público ni tanta voca abierta intentando reproducir canciones. Porque seamos sinceros. Los riffs nos los sabemos de memoria, pero las letras...tenemos que seguir practicando. No importaba; al fin y al cabo es como si estuviéramos en los setenta, y seguro que allí hacían de todo en lugar de cantar...

El concierto siguió con versiones increíbles de Dazed and confused, Moby Dick y Whole lotta love. Como las de antes. Canciones de 12 minutos en los que la anarquía se hacía dueña de la batería, de las guitarras y de los teclados, saliéndose del guión establecido y creando desconcierto. Una virguería.

Y él cogió su guitarra de dos mástires, de 12 y 6 cuerdas. Y la tocó. Y aunque sea tópico, Stairway to heaven enmudeció a todos. Una canción sobre esperanza. Que creó un ambiente tan espectacular de calma y de emociones que erizaba hasta el pelo más rizado. No sólo recordaba a los 70, si no también a micrófono sudado y a camisa desgastada. Pues eso, a los 70.

También llegaron Inmigrant Song, Communication Breakdown y Since I've been loving you, entre otras. Se podían haber pedido más, pero tras más de dos horas largas de concierto, necesitábamos tiempo para pensar en lo que habíamos escuchado y visto. Y yo para escribir sobre ello. Y sobre el ramalazo del cantante, que no dejó indiferente a nadie. Hasta en eso se parece a Plant. Aunque quizás demasiado exagerado. No todo puede ser tan fiel como se espera...

¿O sí?.