15 octubre 2018

AMFEST 2018

13 de Octubre de 2018

Entre las muchas experiencias vividas en el 2012, una de ellas fue el descubrimiento de Mono. No del animal, mamífero conocido por la alta compatibilidad de ADN y por un comportamiento que frecuentemente supera al nuestro en humanidad. Sino del grupo instrumental japonés. Desde aquel encuentro inesperado en una iglesia reconvertida (quizá pervertida en un pasado no muy lejano), quería volver a sentir aquellos destellos de música clásica mezclada con rock y ese mimo estruendoso. Un festival humilde pero espléndido y una predisposición habitual a hacerme feliz han tenido la culpa del cha cha chá. 

El AMFEST recogía en una misma sala, durante un fin de semana de celebraciones (o no), a grupos de primera del panorama nacional e internacional. Si bien es cierto que el cartel del sábado era especialmente atractivo, el precio y la idea de asistir a un festival pequeño, manejable, cómodo y sin colas para absolutamente nada era para plantearse asistir todo el fin de semana. Pero Barcelona también merecía su tiempo, así que en un tren de verdad (quiá, quiá) embarcamos para la Ciudad Condal.  

En un recinto cerrado similar a alguna de las naves del Matadero madrileño, un gran ambiente reinaba en cada esquina (con poca gente todo es más fácil). En líneas generales el festival puede presumir de estar más que bien planteado: bebida y comida a buen precio y sin esperas, baños convenientemente ubicados, personal muy amable, posibilidad de entrar/salir del recinto para comer o beber en los locales cercanos...sí, hacía calor durante los conciertos, pero sería la repanocha estar mejor en un bolo que en casa. 

A Storm of Light abrieron apetito con una buena dosis de watios a base de martillazos sonoros en base doom metal. Con sonidos del inframundo que destrozan las cuerdas vocales ajenas solo de pensar en alcanzar esos tonos. Sirva de ejemplo este Slow Motion Apocalypse. Acojonan un poco, ¿eh? Pues en directo molan. Hay que seguirles la pista.

Mirando de reojo el fin de los tormenta de luz, era tiempo para posicionarse cerquita del escenario donde Mono ya tenía montado su tingalo. Como era de esperar, y siguiendo la tónica del festival, los japoneses saltaron puntuales al escenario para arrancar sin miramientos con After you Comes the Flood, banda sonora de un corto con el mismo nombre tan recomendable como el propio grupo. 

La meticulosidad. El mimo. La sutileza. La intensidad. La elegancia. Palabras articuladas que intentan describir el caos controlado que Mono genera en cada tema. Trances que, aún sin letra, transmiten emociones, paisajes y personajes que los recorren. Breathe, Dream Odyssey y Ashes in the Snow pintaron sobre las paredes desnudas de ladrillo del Fabra i Coats un boceto de acrílico, acuarela y carboncillo. Un espejismo de algo más de una hora donde otros mundos entraban en aquella pequeña sala llena de camisetas negras (y un faro blanco).  

Un refrigerio y un poco de aire devolvieron  al suelo a más de un alma perdida. Suelo que pisó My Sleeping Karma para deleitarnos con su rock instrumental psicodélico. Buena transición para completar la noche de rock con Toundra. 

Ya han aparecido en varias crónicas, y espero que sigan sumando hasta superar a Loquillo. Toundra es sencillamente un grupazo. A los amantes del guitarreo, de la virguería melódica controlada y del desate de emociones en forma de música, estos tipos han conseguido aunar estos aspectos en un producto espectacular. Una fuerza que en una hora larga se fue liberando con Cobra, Bizancio, Magreb o la genial Cielo Negro, perfecta para el temporal que arreciaba. Mucho más brutos en directo que en estudio, son una apuesta segura en cualquier festival. 

Cuando parecía que ya estaba todo el pescado vendido, vienen los amigos de ZA! y se sacan de la manga un espectáculo original y divertido en base electrónica con ritmos africanos y orientales para dar la puntilla a un gran día de festival. Merece la pena echarles una escuchada con este Badulake

Más Mono. Más Toundra. Más Zá! y menos, muchas menos, banderas. 


16 julio 2018

MAD COOL 2018

12-13-14 de Julio de 2018

Mucho se ha escrito ya de lo que en los últimos días ha sucedido en el Espacio Mad Cool 2018, desde el caos organizativo del primer día para entrar al recinto hasta el autobús colgado literalmente de un puente, sin consecuencias importantes. Es cierto que hay cosas que mejorar, y que en ocasiones los organizadores pueden olvidar aspectos básicos como los accesos o la compra de bebida y comida, especialmente cuando a estas alturas se sigue prohibiendo la entrada de un mísero bocadillo. Sin embargo, han sido días de música. De buena, variada y, por momentos, excelsa dosis de watios y momentos espectaculares. 

El primer día la organización de la entrada fue horrenda. En un mundo ideal, en el que el civismo del público impere sobre cualquier otro impulso, el fallo electrónico de una de las máquinas lectoras de pulseras podría haberse sobrellevado. No fue así. La gente, guiada por un sentimiento de "no quiero ser el tonto que haga cola", se saltaba la línea a la torera, y aunque en ocasiones la vergüenza que ocasionaba los gritos de quienes estábamos tranquilamente esperando nuestro turno reducía a los jetas, no fue suficiente para que el tapón fuera creciendo hasta una hora y media que se hizo eterna. 

Toundra y gran parte de Fleet Foxes se esfumaron mientras esperaba, así que sediento y hambriento, me lancé a la segunda parte de la odisea: conseguir bebida y comida. Durante la tediosa espera, pude al menos escuchar gran parte del repertorio de Fidlar. No hay mal que por bien no venga, y estos tíos me devolvieron las ganas de disfrutar de la música y olvidar las casi tres horas anteriores. Descubrimiento top para comenzar.  

Con Pearl Jam en la mente y con ganas de relajarme e ir a contracorriente, me lancé al césped cual oveja para disfrutar de la tranquilidad de quien huye de las multitudes. ¿Era posible en un recinto para 80,000 almas diarias? Pues fíjese usted: así es. Sin ser una música que me atraiga excesivamente, la media hora que presencié a DVSN me devolvió ese momento tranquilo y sosegado que necesitaba para pasar de horarios e idas y venidas a escenarios. Un R&B tranquilo, con algún ritmo pegadizo. Con fuerzas renovadas volví a la batalla. 

El resto de la noche, con pinceladas de Yo la tengo y Carolina Durante, dio paso a Pearl Jam. Es que seguramente lo que pueda decir se quede corto para el concierto que se pegaron Eddie y los suyos. Fue antológico. Un sonido espectacular. Sonaron como nunca. Un repertorio sin peros que mantuvo conectado al público sin concesiones. Más de dos horas de bolo empezando con Release, continuando con Elderly Woman y sin faltar Even Flow, Jeremy, Do the evolution o Alive. ¿Más? Pues sí: una versión de Rockin' in the free world de Mr. Young. Durante dos horas se me olvidó la madrugada del día siguiente y todo lo que conllevaba. Y no me arrepentí. 

El viernes traía más platos gordos. Y con una guarnición de primera. Snow Patrol antecedió a un huracán. Jack White destrozó todo lo que pasó por sus manos. Si la existencia de la Tierra dependiera de un acorde de guitarra, Jack White sería el mejor posicionado para salvarnos. Es un animal. Un salvaje. Y lo demostró de principio a fin con una actuación soberbia. Acojonante, en otras palabras. Steady as she goes, Corporation y por supuesto Seven Nation Army, arrasaron. 

Alice in chains me dejó un sabor de boca tan maravilloso en aquel Sonisphere, que se sobrepuso a Artic Monkeys en mi lista de preferencias del festival. Rememoré aquel bolo, aunque el sonido estuvo por debajo de la calidad media. Aun así, volvieron a triunfar con Man in the box y Rooster. Vaya temazos. 

Así es. Fui de los que esperó a Massive Attack mientras Franz Ferdinand reventaba el escenario principal. El concierto se canceló porque al parecer hubo problemas que hicieron que el sonido de los Ferdis interfería en el escenario The Loop, donde iba a tocar Massive Attack. Así que sin ver a los ingleses contemporáneos de Portishead me lancé al escenario KOKO a ver a LA M.O.D.A. Estos chavales son tremendos. Canciones frescas, divertidas, bailongas. Con bases folk, blues y rock, transmiten una alegría y una energía que cae perfecto para el cierre de una larga jornada. Sirva de ejemplo este Nómadas

El sábado lo inauguré con Kaleo, grupo islandés de rock y blues que estuvo bien. Música ligera para empezar suavesito la que se avecinaba. QOSA estuvieron sublimes. Son un auténtico grupazo. No solo por sus temas, sino también por su carácter. Su líder, Josh, protestó en medio del concierto para que permitieran acceder al personal a las zonas VIP exageradas que había reservado el festival, y que desde mi punto de vista son un error ya que restan a los conciertos de ese ambiente tan característico y necesario para hacer de estos eventos algo especial. Alentando a las masas con No one knows, Burn the witch o el reciente The Way you used to do, se marcaron otro de los conciertos del festival. 

Previo al plato principal, Black Rebel Motorcycle Club sirvió de aperitivo como ese sorbete entre el pescado y la carne. Los Depeche Mode estaban ya más que vistos, y en cambio a la banda de California la tenía en mi lista en la columna de "Debes". Además, tenía yo cuerpo para más guitarreo, y aunque sinceramente no fue un bolo para recordar, cumplieron mis expectativas. Junto a Jardín de La Croix, mi cuerpo y mente llegó en estado óptimo a degustar el solomillo. 

Ahí estaba de nuevo Trent al frente de NIN para desmarcarse con otro concierto en el que este tío lo da todo. El grupo no fue ese oscuro, tétrico, banda sonora del Doom de antaño. Y también se notó de nuevo la dejadez del festival con esas zonas VIP ausentes, que aunque permitieron la entrada al público raso, el ambiente no acompañó a una pedazo de banda como la liderada por Reznor. Qué material que tienen. Aún recuerdo mi primera vez delante del videoclip de Closer. Inolvidable. Qué impacto. Al igual que la ira de March of the Pigs o la pausa contenida con The day the World went away. Qué grupo y qué nivel. 

Ángel Stanich fue un postre delicioso, chupito y puro incluidos. Carbura, Metralleta Joe y Mátame camión, entre otras, fueron un excelso colofón; un broche barbudo; una puntada con hilo de coco. Con Underwolrd de fondo y su Born Slippy, los decibelios iban menguando a lo lejos. 

Está claro que un evento de este tipo tiene errores. Y algunos de principiantes. Pero lo que manda es la música. Y esa, desde luego, ha triunfado. Que sigamos celebrando festivales en Madrid con fallos con este nivel. No se pueden ocultar los clamorosos patinazos, pero ha sido un regalo espectacular. 

Gracias. 

04 mayo 2018

Jesucristo Superstar en el Teatro de la Luz

Madrid, 2 de mayo de 2018

Si tuviera que elegir una obra completa, tendría muchas dudas. Por suerte, son varios los libros, películas, álbumes y conciertos que llenan mi cabeza. Sin embargo, fue en los albores de la adolescencia cuando ubico la semilla del rock, del blues y de determinadas actitudes que despertaron en ese momento y hasta hoy siguen floreciendo. Y le echo la culpa, entre otras cosas, a una ópera. 

Jesucristo Superstar no va solo de una de las historias más manidas de la humanidad, sino de un camino alternativo, rupturista; de un cambio de papeles donde el malo es un incomprendido y el bueno tiene una relación indefinida con una prostituta, porque es la única que le calma cuando no hay marcha atrás. Hay soledad, amistad, amor imposible, revolución social, comedia, belicismo, drama. Es una historia llena de marionetas. Ni Judas quiere traicionar (pobre Judas), ni Pedro negar (nunca, mi Señor), ni Pilatos sentenciar (ayúdame a salvarte, Jesús). No entienden hasta el final que el guion estaba escrito. Un Jesús humanizado duda, ama, se harta, se cansa, empuja, blasfema, teme. ¿Está ya todo escrito de antemano? ¿realmente podemos cambiar las cosas? ¿seremos juzgados por nuestros actos o podemos aspirar a bailar con ángeles incluso habiendo cometido los más terribles errores? Todo esto pasaba por mi mente adolescente, con una gran dosis de rock, blues y jazz. 

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"Dejad de tiradme del dedo o preparaos para poner la otra mejilla"
Presencié el musical en castellano hace algunos años en la Gran Vía madrileña, pero no podía perder la oportunidad de ver la gira aniversario con Ted Neeley a la cabeza, aquel que interpretara a principios de los años 70 la celebérrima película. Y más aún si tenía, como tengo, la oportunidad de difundir la buena nueva a una víctima de mis cantos de sirena. 

He de decir que, aun a riesgo de retratarme, la versión en castellano de esta obra por los Camilo Sesto, Teddy Bautista & Cia no tienen nada que envidiar de la original del mismo Ted y Carl Anderson. Y lo mismo para la parte instrumental. Esas voces, música e incluso la traducción estuvieron a gran altura, amén de algún arreglo excesivo para mi gusto con sintetizadores en alguno de los temas. Por poner algún pero. Sin embargo, ver un Neeley ya bien entrado en los 70 desgañitarse con Gethsemane era un momento que requería mi presencia. 

En general, la puesta en escena, vestuario, música, interpretaciones, etc. de este JC del 2018 recoge el espíritu hippie y transgresor del 73 (recordemos: un judas negro, una prostituta como ¿amante?, un Herodes mitad hipster mitad Drag). Por supuesto con más luz. Por supuesto con mejor sonido. Pero la misma esencia. Bien. Muy bien. 

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"Si os volvéis a meter con James Brown, os convierto en polvo"
Es cierto que juntar a un Jesús de más de 70 años, pasando por tener 33, con bailarines y cantantes que rondan la treintena desentona un poco. Es una temeridad, de hecho. Especialmente por la clara diferencia en la fuerza de la actuación, siendo demasiado evidente por intensidad, poder vocal y garra. Yo, sin embargo, soy de la opinión de que con su sola presencia, mitos como Mr. Neeley llenan teatros y todo lo que se propongan. Qué voz. Aunque menos frecuentes de lo que solía, esos agudos prolongados nos levantaron de un respingo del asiento, haciéndonos olvidar el drama de su personaje. Lágrimas y vellos erizados inundaron y poblaron un teatro de la Luz donde una cruz inmensa practicó el exorcismo con los allí presentes.

Hablemos de la música. El grupo en directo fue un espectáculo. Con los violines y vientos ocultos, las guitarras, teclados y tambores se adueñaban de cada movimiento, de cada escena, de cada gesto. La música es el verdadero canal de transmisión de esta ópera, facilitando la llegada de los múltiples mensajes que se leen entre líneas, y que conforman, creo yo, momentos mágicos sobre el escenario. 


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"¿Qué has hecho, Peter?" "No es No"
Si no lo sabéis, Jesús muere. La historia es bien conocida, y es más que recomendable que disfrutéis de esta banda sonora imprescindible que enseña, entre otras cosas, que todo depende del color conque se mire, y permite empatizar con quien a priori parece imposible. 

Ojalá más de uno tomara nota. 

29 junio 2017

Azkena Rock 2017 Parte II

24 de junio de 2017

Tras una ducha en una casa okupada involuntariamente, un café con leche vertido sobre mi entrepierna y un desayuno a base de pintxo pote, todo estaba listo para una segunda jornada que prometía. Y mucho. 

La sesión musical se iniciaba con un tal Loquillo, que abarrotaba los aledaños del escenario que homenajeaba a Sharon Jones y Gregg Allman, de los Brothers de toda la vida. Con la fórmula de siempre y la efectividad que le caracteriza, resonaron los clásicos que se han mencionado tanto en este blog que alguno ha perdido ya su sentido.  Los Josu, Mario, Igor y cia aprovecharon como siempre su hueco en el festival para traer un poco de rock patrio dentro de las murallas del recinto. En cualqueir caso, decir que en esta ocasión, la calificación de "clase" que suelo otorgar a los bolos del Loco se la llevó otro.


Tiempo para coger aire de cara a la traca final. Un poco de césped fresco aguantó nuestros traseros mientras Mickael Kiwanuka y Thunder se peleaban por ver qué notas se adueñaban del cielo de Vitoria. Claramente ganaron los segundos, que aunque en la distancia, sonaron muy potentes y entregados. Pude distinguir Love Walked In, con esa Intro que recuerda a Jethro Tull. Sin haber degustado el concierto en primera línea, dejó un regusto a rock que recargó las pilas para afrontar un último tramo más que interesante. 

Union Carbide Productions fueron para mí la gran sorpresa del festival (por desconocimiento). Con un cantante con el mismo perfil que Javier Coronas, en lugar de moderar debates trascendentales de personajes ilustres, Ebbot Lundberg dirigió a esta panda de suecos a un bolo tremendo. De sonido, de fuerza, de potencia, de carácter; que hicieron sonar las campanillas del rock a todo volumen (Ring My Bell). Ay, qué tendrán los suecos. 


Chris Isaak siempre ha sido ese señor elegante, de voz aterciopelada y con una personalidad sobre el escenario tan fina y estilosa que su presencia engalana cualquier atmósfera. ¿Exagerado? Es posible, teniendo en cuenta que una de sus canciones motivó un baile que nunca olvidaré. Pero este prejuicio positivo fue contestado por un concierto genial y transformó esta palabrería en hechos. Comencemos. 

Con un traje azul de lentejuelas y rodeado de una banda que se conocen a la perfección después de más de 30 años tocando juntos (a excepción del guitarrista, que se incorporó posteriormente, pero que en absoluto desentona), rápido se hicieron con el control del tiempo en el Azkena. Una voz perfectamente entonada y un sonido instrumental acompasado y sin un volumen mayor que el otro. Tras algunos temas de cosecha propia (I believe, Beautiful Homes), Isaak supo compaginar sus canciones con versiones de clásicos como Ring of Fire, Oh, Pretty Woman o incluso hubo tiempo para recordar al rey de los "yeah": Mr. James Brown (I'll go crazy). 


Entre medias, una clase magistral de tonos vocales con canciones guiño a España (Blue Spanish Sky) y en español (La Tumba será el final). Acompañado por la voz profunda del batería, dos temas en los que hacía imposible no acordarse de la que faltaba. Por supuesto, Blue Hotel, San Francisco Days, Wicked Game y Graduation Day. Todas ellas dejaron su marca en la noche vitoriana, y con una chaqueta de espejos como vestuario alternativo, Chris volvió a triunfar. Qué señor. 

¿Y ya está? Pues no. Aún quedaba The Cult. El Azkena tiene ese contrapunto entre estilos del rock que resulta más que atractivo. Una de Carbide, una de Isaak y una de The Cult. A por ellos. En el otro escenario el Wyoming hacía la competencia, aunque en este caso la elección era evidente. 


Sin una razón de peso, no he sido seguidor habitual de The Cult. Su música me ha atraído varias veces, pero por diferentes razones no he mantenido los oídos puestos en sus trabajos. Un bolo como el del Azkena desde luego hace que esa tendencia cambie radicalmente. Sin mediar palabra, bien por aprovechar el corto tiempo que suele ofrecer un festival o por el ímpetu de querer cerrar el festival en tó lo alto, Ian salió escopetado a por el micrófono y con varios temas seguidos sin descanso no dejó títere con cabeza. Rain, Peace Dog o Honey from a Knife sentaron las bases de una hora a todo trapo, sin respiro. Seguido de Sweet Soul Sister y adornado con clásicos como Fire Woman o Love Removal Machine, los británicos clausuraron un festival trepidante. 

Festival muy bien organizado. Asentado. Gran ambiente. Con propuestas musicales interesantes, novedosas y consagradas. Con mezcla de estilos dentro del marco rock y en un recinto accesible y cómodo. 

Desde luego que este puede ser el comienzo de una gran amistad. 

27 junio 2017

Azkena Rock 2017 Parte I

23 junio del 2017

Los planes no siempre salen como uno quiere, y aunque tras muchas idas y venidas me vi con un solo abono para el Azkena, el fin de semana de lanzamiento de los grandes festivales de verano patrios ha dejado un gran sabor de boca. A cerveza artesana y a música. 

Con la resignación de quien se hace 350 kilómetros sin su copiloto particular, la sonrisa empezó a mostrarse entre los pelos del bigote a medida que observaba cómo el termómetro indicaba temperatura exterior estabilizada en el entorno de los 24ºC a media mañana. Arriba los pijamas largos en verano. 

Una de las razones para el cambio Download - Azkena se debió al cartel. Grandes ambos, pero la mayoría de los cabezas más interesantes del Download en su edición madrileña ya habían pasado por mis ojos y mi teclado. Sin embargo, la interesante propuesta de rock duro y suave que ofrecía el festival vitoriano tuvo más tirón. Y desde luego que no defraudó. No se puede decir lo mismo de la carpa de lucha libre, en la que un señor enmascarado, supongo que mejicano, de brazos lánguidos alentaba a la masa allí reunida para saltar sobre un escuálido oponente que pedía clemencia. Demasiada burla para un episodio tan importante en las mañanas de domingo de mi pre-adolescencia. 

Con The Meteors fuera del cartel a última hora, y con The Soulbreaker Company ya revisados y en un horario demasiado tempranero, hasta Cheap Trick no hice acto de presencia, tanto física como mental. Una de las bondades de este festival es sin duda la ubicación. A un paseo del casco antiguo de Vitoria y con un suelo de asfalto rodeado de pequeños montículos de arena e hierba, el descanso y la posibilidad de conocer la ciudad y tomar unas cervezas y algo de comer son más que accesibles. De ahí que me demorara en el acceso, rápido e indoloro, al recinto. 

Con un potente Hello There, los americanos comenzaron un gran concierto. Lleno de fuerza y con un recital de Robin al mando, traje blanco con gorra, rápido nos llevaron a lo más alto con On Top of the World. Cuando una banda con más de 40 años de historia desde la primera formación se presenta en un escenario, uno tiende a pensar que estarán venidos a menos, pero he de reconocer que les esperaba ver bastante más diluidos y apagados de lo que mostraron. Incluso se marcaron una versión de The Velvet más que interesante (I'm waiting for the man). Dream Police, Surrender y Goodnight despidieron una más que decente actuación de estos señores. 


Sin apenas tiempo para darnos la vuelta y coger un sitio decente, Graveyard volvía después de una, por suerte, corta separación. Supongo que tomarse un tiempo para pensar nunca le viene mal a nadie. Y dejaron claro que ellos siguen en la misma onda. Un sonido genial, con sus temas llenos de energía, incluso siendo baladas en el fondo, retumbaron en Mendizorroza sin piedad. Hisingen Blues, Uncomfortably Numb, Evil ways o Blue Soul formaron parte del setilist; un setlist en el que se sigue resistiendo a mi pesar Fool in the End. Un pipa en pelota picada facilitó un cambio de guitarra y lanzó un saludo altivo de superioridad al público, que se miraba atónito para comprobar que el de al lado también lo había visto. Enorme. El gesto, me refiero. 


Un breve parón y aquí está. Uno de los más esperados. Un John Fogerty que es historia viva del rock and roll y que aglutinó la mayor cantidad de ojos y orejas en el primer día de festival. 

Con una puesta en escena haciendo un repaso de lo que supuso la Creedence en lo musical y en lo cultural, imágenes y vídeos multicolor revivieron aquellos maravillosos años de festivales en Woodstock en los que pocos eran conscientes del hito que estaba gestándose bajo sus pies.

Con la gente embelesada y pendiente del cine de verano, la banda con JF al frente se presentó en escena flanqueada por Chuck Berry y Chris Cornell, mostrando gran energía y algún que otro tono de voz desafinado. ¿Nervios? ¿Edad? ¿Heineken? ¿Resfriado? Qué más da. No sé si porque se fue entonando o porque cada vez se escuchaba más al público entregado con Down on the corner, Proud Mary, Who'll stop the rain, Rockin' all over the world, Have you ever seen the rain, Green River, Fortunate Son...en fin. Himno tras himno. Alma de rock and roll a la que unos cuantos gallos no van a restarle mérito ni adeptos. Love you. 


El cansancio acumulado y lo poco seguidor que me declaro de los Hellacopters hicieron que con 15 minutos de bolo tuviera suficiente para dar por cerrada una buena primera jornada. 

17 julio 2016

Gogol Bordello en La Riviera

14 de julio del 2016


Más de cinco años después vuelvo a encontrarme a Gogol Bordello, en el mismo sitio, misma hora. Son muchos los grupos que ver. Son muchas las músicas que disfrutar. Pero un concierto de esta panda tan peculiar y divertida siempre es un seguro, incluso cuando no se les ha seguido tan de cerca como hubiera gustado.

Me quedé en aquella gira del 2010 de presentación del Tanscontinental Hustle, donde el Pala Tute o My Companjera eran los principales himnos. Desde entonces, estos temas no han hecho más que impregnarse en la escena Gypsy Punk, no pasando de moda y elevando tus pies y tu cuerpo hasta posiciones inesperadas. Ya sabéis, ritmos gitanos de nuestra querida Europa del Este que sacan nuestras raíces peninsulares a relucir, porque la relación entre el folclore español y este frenesí tiene más de una nota en común.

A la hora exacta aparecieron los miembros habituales del grupo, como era de esperar, sin descanso. Con una puesta en escena sencilla y con un fondo que recordaba la portada del Underdog World Strike del 2005, los Bordello querían apuntar directamente a la tristeza y al racismo cultural con su mezcla de ritmos, de letras pegadizas llenas de estribillos bailongos, convirtiendo a la Riviera, una vez más, en una fiesta.






Dos horas duró el bolo donde Wonderlust King, Inmigrant Punk, Dogs were barking o Not a Crime encadenaron pasos de baile, gritos, aullidos, manos en alto y cánticos llenos de igualdad, fraternidad y libertad. Como premonitores de lo que estaba por llegar.

Violines, guitarras, bombos, cajas, acordeones, voces...todas al servicio de las raíces más puras de la Europa de siempre. Otra forma de expresar ese sentimiento de unidad que es el que nos hace fuertes, y el que hoy más que nunca parece debilitarse y derivar en un sinsentido. La actualidad vista a través de bigotes, camisas de rayas abiertas por la mitad y pantalones piratas conjuntados con calcetines de colores. Y vino. Mucho vino.

En una Riviera al setenta por cierto de su capacidad, a la salida los autobuses rugían para que Gogol Bordello continuara con su gira europea sin respiro. Ojalá traigan lo que muchos pudimos ver y compartir este 14 de julio fatídico en Madrid.

Just to thank you one more time, for everything you've done...

Alcohol.


10 febrero 2016

The Magic of Santana en el Teatro Mira

6 de febrero del 2016

En un inicio de año complicado, donde grandes de la música se han convertido en historia, el espectáculo que dieron estos señores el sábado entre las paredes del teatro Mira de Pozuelo de Alarcón fue un bálsamo. Un relajante muscular. Un buen antídoto frente a la sensación de que con la ida de Bowie, Lemmy, Bradbury o Frey se ha formado un hueco importante en la cultura musical. Disfrutar de la música de Santana supuso un positivismo complicado de sostener hasta ese momento. 

Como pasa muchas veces, las situaciones en la vida son imprevistas y, a veces, mágicas. En este caso, una visita querida, una búsqueda altruista y la casualidad nos postraron delante de una taquilla para adquirir por un precio módico un billete a los sesenta, a los setenta, a los ochenta...y así hasta el día de hoy. Porque la sensualidad de los sonidos de Santana tiene ese efecto explosivo que sale de dentro afuera. Porque Santana sigue entre nosotros, y aunque no pise el escenario, músicos como los de The Magic of Santana mantendrán su amor por los sonidos latinos reventados con riffs imposibles. 

La banda está compuesta por Alex Ligertwood y Tony Lindsay, vocalistas y músicos de Santana en diferentes periodos de tiempo, y un grupo de músicos extraordinarios que se encargan de teclados, bongos, batería, percusiones múltiples, bajo eléctrico y, por supuesto, guitarras eléctricas. Una puesta en escena sencilla pero efectiva y muy acorde a la que uno pudiera esperar de ritmos santanos



Voces quebradas, agudos imposibles, registros variados en un mismo tema y mucho sentimiento y pasión. Esto, y más, es lo que Alex y Tony aportan a esta banda. Podría caer uno en el prejuicio de que la guitarra es la base de las canciones de Santana, y no estaría muy desencaminado. Sin embargo, lo que realmente ha caracterizado siempre al maestro mejicano es la fusión de sonidos, la innovación musical y rodearse de los mejores. Y estos dos caballeros dejaron muy claro por qué Santana se fijó en ellos para sus canciones. Por añadir un "pero" al grupo, quizá el guitarrista principal resulta demasiado sobrio, erguido y monocolor. Aunque el papelón que tiene es de otro nivel, las cosas como son. Que si un vaso es un vaso...

Durante cerca de dos horas temas como Europa, Black Magic Woman, Maria o Hold On fueron el menú que los magos nos tenían preparado. Hubo incluso tiempo para el recuerdo con Somewhere in Heaven, con un componente, Raúl Rico, recientemente fallecido, que se las gastaba así. Por supuesto que no faltó Oye cómo va o Make Somebody Happy, con la cual despidieron un bolo tremendo, con todo el público levantado y vibrando mientras abandonaban el escenario para subir las escaleras listos para mezclarse con la audiencia. Un concierto lleno de paz. Lleno de rock. Lleno de amor. Lleno de pasión latina...bien llevada. 


Una válvula de escape en unas semanas complicadas llenas de calendarios apretados y citas previas. Un oasis compartido con quien quiero compartir más. Todo. Escalofríos y un alma reconfortada y fusionada. Como la música de este genio. Un homenaje pre-mortem, que es cuando realmente se disfrutan. 

Que siga el 2016. Ahora estamos más preparados.